Beatriz González es la autora del reportaje de UOC, Así es el duelo «prohibido»: cuando manifestar el dolor no está socialmente permitido.
En él reflexiona sobre lo que nos impide muchas veces no mostrar nuestro dolor ante la muerte, sobre todo, cuando el vínculo con la persona fallecida no está reconocido socialmente: la muerte de un amante, de una expareja o incluso de una mascota. Son duelos que pueden estar desautorizados ante los demás. Y eso nos impide desahogarnos emocionalmente lo que más adelante puede derivar en forma de ansiedad, depresión o trastornos de conducta.
«Incluso la muerte de una expareja puede ser un duelo desautorizado», explica en el reportaje Montserrat Lacalle, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Lacalle define este tipo de duelo como el que ocurre «cuando la propia persona cree que su dolor no es pertinente, en un intento de racionalizarlo, o bien cuando su entorno no entiende ese sufrimiento porque, socialmente, no es lo que corresponde».
Enric Soler, tutor del grado de Psicología de la UOC y experto en duelo de alta complejidad, explica a la periodista que «el duelo prohibido es el proceso emocional de adaptación a una pérdida no reconocida socialmente.. -sociedades que rechazan a las parejas homosexuales, por ejemplo- Eso implica que el sobreviviente se enfrentará a un duelo prohibido por su contexto social. De este modo, pierde todas las herramientas de apoyo social, como su reconocimiento en un lugar preferente en los funerales y la posibilidad de recibir apoyo por los más allegados», señala.
Quien posee una mascota sabe el amor y el vínculo que se establece con ella. Por eso, cuando fallece, el dolor es inmenso. Para muchas personas insoportable pero no pueden permitirse expresarlo públicamente porque es complicado que se establezca una empatía social hacia él. Por eso para Soler, «La pérdida de una mascota es un duelo de primera magnitud, pero las personas a las que no les gustan los animales, o no han tenido una mascota, no pueden imaginar el dolor que se siente al perderla», señala Soler.
Lo más probable, según Soler, es que más tarde o temprano ese dolor aparezca en forma de depresión, ansiedad o desequilibrio emocional. «La mayoría de demandas terapéuticas de todo tipo (drogodependencias, ansiedad, depresión, trastornos de conducta…) tienen su origen en un duelo no elaborado desde hace años o décadas», asegura.
Otra de las expertas consultadas por Beatriz González, Montserrat Lacalle afirma que «lo saludable es conectar con la pérdida, lo que conlleva una serie de emociones que van cambiando porque el duelo es un proceso en el que se pasa por distintos momentos».
Hace una comparación muy visual al comparar los duelos no vividos con una lesión mal curada. «Puede que sigas con tu día a día, pero cuando te lesiones de nuevo, esa lesión recaerá sobre algo que no ha curado bien»
Por eso debemos permitirnos sentir, llorar, estar tristes. Debemos dejar salir la rabia, la frustración sin importarnos lo que piensen los demás.
Para Soler la forma más saludable de afrontar un duelo es vivirlo sin miedo, «mirando al dolor cara a cara, aceptándolo como propio de la pérdida, con la esperanza de que se convierta en una cicatriz que nos haga más maduros, y entendiéndolo como algo saludable y sanador. El dolor es el precio que debemos pagar por el amor»
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