Mucha gente ve esta etiqueta como un trampolín entre la heterosexualidad y la homosexualidad. Conocernos a nosotros mismos es complejo y pueden surgir confusiones. Sin embargo, la bisexualidad es una orientación válida e independiente del resto. Una persona bisexual no es homosexual o heterosexual en función de su pareja. Términos como “heteroflexible” o “heterocurioso» reafirman estas creencias. Los miembros de una pareja pueden tener orientaciones distintas siempre y cuando uno sea bisexual.
Se suele pensar que las personas bisexuales son promiscuas e incluso viciosas, ya que sienten atracción por cualquier género. La orientación no influye en el apetito sexual. Una persona homosexual no se siente atraída por todas las personas de su género que existen porque tiene unas preferencias determinadas. Lo mismo ocurre con alguien heterosexual y, por supuesto, con alguien bisexual.
Otro mito muy extendido es que las personas bisexuales sienten la misma atracción por los hombres que por las mujeres, una especie de 50-50. Como hemos explicado antes, la bisexualidad es un continuo y cada persona tiene su propia identidad.
Cuando alguien se declara bisexual, es muy común preguntarle cómo puede saberlo si no ha mantenido relaciones con ambos géneros. Sin embargo, se da por hecho que una persona homosexual o heterosexual no necesita intimar con nadie para saber qué le atrae y qué no.
En resumen: los prejuicios sobre la bisexualidad se deben sobre todo a la falta de información. Es una orientación sexual y funciona exactamente igual que cualquier otra. No condiciona ningún rasgo de personalidad ni ningún tipo de conducta, simplemente la atracción hacia otras personas. Es una posibilidad que se omite muchas veces pero existe, porque en la vida no todo es blanco o negro.