Y dan las 12, la una, las 2… y nada. Y no será por falta de ruido: has pasado la aspiradora, has subido la radio, has aprovechado para hablar por teléfono con una amiga paseándote delante de la puerta de su dormitorio… y la criatura sigue abrazada, asida cual garrapata en los brazos de Morfeo.
Ya hasta dudas de si se encuentra bien… y entonces pasas a su habitación y el calor y el hedor que la estancia desprende te hace dar un par de pasos hacía atrás… Inspiras profundamente, vuelves con paso firme y le zarandeas: «vamos, mi vida, que ya es hora, y estamos todos preparados para comer».
No hay respuesta… bueno, si, un pequeño gruñido al que acompaña un quejío: «Jo, mamá, déjame un poco más…»
Y sales de la habitación comiéndote la cabeza y pensando que esta noche le quitas el móvil porque seguramente se acostó a las mil por culpa del dichoso aparatito que se ha convertido en una extensión de su brazo
No te vamos a quitar la razón y, seguramente, la criatura apagó la luz tarde después de horas y horas visualizando Tik Tok o chateando con los colegas, pero debes saber que la adolescencia es una etapa de constante deuda de sueño.
Una edad en la que su cuerpo está en pleno crecimiento, comienzan el instituto y horarios matinales más acusados. Si a esto unimos la práctica de ejercicio regular e, incluso para muchos, entrenamientos semanales intensivos -fútbol, baloncesto, atletismo….-, los jóvenes llegan al fin de semana con una deuda de sueño semejante al de una hipoteca a 30 años.
La privación del sueño puede definirse como la falta crónica de sueño reparador. Según los expertos, dormir aunque sea, una hora menos por noche, lleva a acumular una deuda de sueño que pasa factura.
La única solución es dormir bien.. pero dependiendo de la falta de sueño almacenada no sirve solo con un día.. hay veces que necesitas dormir y dormir durante al menos tres y cuatro días para saldar la deuda completamente.
Cuando no recuperamos horas de sueño, vagamos durante el día luchando contra la somnolencia. Tenemos dificultades para concentrarnos, realizar nuestros cometidos, disminuye nuestra capacidad de reacción, decae el ánimo, nuestra memoria se hace más frágil e, incluso, nuestra actitud se torna más agresiva.
Si todos estos factores confluyen en un adolescente, el cocktail es explosivo. A lo que hay que añadir que esta falta de sueño puede afectar a su crecimiento ya que la hormona que se encarga de ello está más activa durante el descanso nocturno.
Un adolescente necesita dormir aproximadamente 9 horas, preferiblemente por noche. Pero de lunes a viernes suele hacerlo una media de 7 horas.
Con la pubertad la melatonina, la hormona del sueño, se libera más tarde y esto altera el ritmo circadiano y a su vez, el ciclo de sueño y vigilia. Es una de las razones por las que un adolescente se acuesta más tarde -al margen de su adicción a las tecnologías-.
En un estudio publicado en Child Development, se comprobó que los alumnos con bajo rendimiento iban a la cama 40 minutos después y tenían 25 minutos menos de sueño que los alumnos con mejores calificaciones. Además, aquellos estudiantes que dormían menos presentaban somnolencia, decaimiento y problemas de conducta.
Otros estudios han demostrado que la disminución de las horas de sueño en niños y adolescentes aumenta el riesgo de sobrepeso y obesidad.
Por otra parte, una investigación de Sleep Medicine relativa al índice de depresión de personas con diversos trastornos del sueño concluyó un alto índice de depresión entre personas con trastornos del sueño: más de la mitad de los 917 participantes estudiados tenían alguna forma de depresión y que el 3,5% sufría alguna forma moderada o grave de depresión.
Por eso es importante dormir bien e implementar una serie de pautas, no solo en nuestros hijos, sino también en nosotros mismos para mejorar la calidad de nuestro descanso:
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