El mundo está lleno de peligros (violencia, drogas, embarazos no deseados, etc.) y creemos que nuestros hijos adolescentes todavía no tienen la cabeza bien amueblada. Puede parecer un contrasentido ampliar sus libertades en una edad tan alocada, sin embargo, los educadores y psicólogos coinciden en que es el mejor momento para hacerlo.
Cada edad tiene sus propios desafíos y, si en la infancia aprendimos a respetar la autoridad de los padres, en la adolescencia deberemos saber cómo usar la libertad. La única forma de lograrlo es experimentar por nosotros mismos: nadie más puede enseñarnos a ser libres.
Si no damos libertad en la adolescencia a nuestros hijos, estaremos minando su evolución hacia la edad adulta. En otras palabras: un joven que no sabe cómo ser libre seguirá siendo un niño que dependerá de sus padres.
Es importante que nuestros hijos adolescentes vean la libertad como un privilegio que se van ganando progresivamente. Si asumen que se trata de un derecho que les pertenece “porque sí”, estás perdida.
Asuntos como la polémica por los botellones en plena pandemia ponen sobre la mesa si es necesario o no controlar a nuestros hijos adolescentes. La verdad es que, en la práctica, no es fácil administrar su libertad correctamente. Entonces, ¿cómo deben ser los límites que les ponemos?
El objetivo de la educación es criar adultos que pueden vivir en sociedad. Para ello, nuestros hijos necesitan experimentar las cosas por sí mismos, ya que no siempre basta con sermonearles. En consecuencia, puedes darles consejos para que acierten, pero debes permitir que se equivoquen. Al fin y al cabo, no son robots.