No obstante, los virólogos tienen algo que decir al respecto, y es que puede que este tipo de mascarillas no estén protegiendo tanto como se espera de ellas, pues requieren de un buen uso y una adaptación correcta por parte de los ciudadanos.
Según publica The Guardian, las mascarillas FFP2 son unas de las preferidas de los expertos, pues bien colocadas logran filtrar hasta el 94% de las partículas. No obstante, un mal uso de ellas puede hacerlas completamente ineficaces.
El profesor de la Universidad de Hamburgo, Jonas Schmidt-Chanasit, asegura que «si no las ajusta un profesional, las personas terminarán respirando a través del espacio entre la máscara y la cara en lugar de hacerlo a través del filtro«.
Esto ocurre también con otras mascarillas como las quirúrgicas, si no las llevamos bien adaptadas a la cara a través de las gomas de las orejas y el alambre de la nariz, respiraremos el aire que entra entre los huecos que quedan en esta y será como si no lleváramos nada.
«Puedo aceptar que las FFP2 pueden ser una solución de emergencia útil para lugares de trabajo donde no se puede garantizar fácilmente una ventilación de seguridad, pero soy escéptico de hacerlas obligatorios en el transporte público, donde hay otras formas de evitar el riesgo de los aerosoles», añade el experto.
Según los expertos, la barba también es un inconveniente en la eficacia de la mascarilla, sobre todo las más frondosas. Estas no permiten que las mascarillas se ajusten bien a la cara, dejando un espacio por el que puede pasar el aire y, en definitiva, las partículas del virus.