Por Alejandro Vera
Mejorar los hábitos alimenticios de nuestros hijos es una de las mayores preocupaciones de madres, padres y cuidadores.
La tendencia natural de los niños a rechazar algunos tipos de alimentos y su predilección por alimentos no tan sanos, puede quitar el sueño a muchos padres.
Lo cierto es que los niños cambian sus hábitos alimenticios durante las diferentes etapas de crecimiento.
Desde que abandonan la lactancia materna y comienza la alimentación sólida, hasta que comienzan el cole, la predilección por ciertos alimentos cambia.
Su amor por las chuches y golosinas es una tendencia natural de todos los niños, los estados de inapetencia y el desgano también son parte del día a día.
Niños que amaban las verduras ahora no las pueden ver ni en fotos, peques que dejaban el plato reluciente, ahora a duras penas prueban un bocado. Niños y niñas que prefieren jugar antes que comer.
Todos estos son escenarios con los que miles de padres y madres se enfrentan a diario.
Es una situación desesperante para muchos padres, sin embargo, debemos comprender que son situaciones relativamente normales y que podemos transformar.
Como padres, madres y cuidadores, somos nosotros quienes debemos adaptarnos e incorporar actividades que puedan estimular la sana alimentación del peque.
Hoy veremos las más divertidas actividades que harán que tus pequeños mejoren increíblemente sus hábitos alimenticios.
Según comenta Silva Santana, una de las mayores especialistas en nutrición infantil, la incorporación de juegos puede ser una herramienta fantástica.
Los niños aprenden de manera más eficiente mediante el juego. Decenas de métodos educativos como el método Montessori, incorporan el juego como parte de la educación integral.
Veamos algunas actividades ideales para hacer a tus pequeños unos devoradores de alimentos sanos.
Seamos sinceros…¿Te comerías las papillas y purés de verduras que le sirves a veces a tu peque?
Masas pastosas, verdosas, amarillentas, pálidas o grumosas. Revoltijos de verduras, carnes y trozos de cosas que ni tú mismo puedes identificar luego de hacerlas.
Hemos concebido de manera equivocada el concepto de la alimentación infantil. La hemos enfocado desde nuestro punto de vista y muy poco desde sus pequeños ojos.
La apariencia de la comida es uno de los factores preponderantes en la alimentación. Los restaurantes y mejores chefs del mundo hacen años de cursos y estudios para presentar platos de manera espectacular.
No tienes que ser uno de los hermanos Roca o un Gordon Ramsey para presentar un plato apetitoso para tu peque. Basta con tener un poco de sentido visual de presentación.
Piensa por ejemplo en el alimento preferido de los padres para pensar que sus hijos comen saludable: el brócoli. Un puré de brócoli hervido por 30 horas y que ha perdido su brillo y consistencia… ¿Te parece apetitoso?
Pues, ahora piensa si a tu peque le parecerá, aunque sea, comestible. Resulta que hay verduras que solo necesitan un par de minutos de cocción al vapor y quedan con una textura increíble.
Brócoli, zanahoria, coliflor, calabacín y otras verduras, pueden tener una apariencia y una textura crocante, agradable y firme con tan sólo reducir la cocción.
Nos preocupa que pueda enfermar o contraer alguna bacteria. Pero en estos vegetales una exposición a altas temperaturas por pocos minutos, elimina todas las posibles bacterias sin perder sus características apetitosas.
Decora tus platos, permite que tome los alimentos con la mano y que sus ojos sean atraídos a platillos más agradables visualmente.
Lo sabemos, las prisas, el trabajo, los otros hijos, la pareja, el móvil, etc, etc. Todos estos elementos perturban tu tiempo y pasar media hora con el peque en la mesa, puede ser un tiempo infinito cuando hay miles de cosas por hacer.
Pero, lamentablemente, no hay otro modo.
Compartir las comidas con los peques, les transmite una sensación de comunión contigo o con el resto de la familia. Los peques aprenden por imitación y si te ven sentada en la mesa, comiendo…pronto seguirá tus pasos.
Come de su plato y deja que coma del tuyo. Olvídate por unos minutos de la etiqueta o de los modales en la mesa, ya habrá tiempo para corregir estos modales cuando sea un poco mayor.
Por ahora, nos importa que se alimenten bien y la alimentación lúdica es una estrategia fenomenal.
Si te desesperas, que no se note. El acto de la comida debe ser un momento divino, lleno de risas, juegos y diversión. Si no, pronto desarrollará una aversión hacia la comida terrible.
De hecho, hay evidencias clínicas de adultos que rechazan alimentos ya que su cerebro subconsciente recuerda a padres o madres estresados para comer.
Está sobreentendido que forzar a un peque a comer algo, solo causará el efecto diametralmente opuesto. Sirve el plato de tal modo que haya opciones en caso que algo no le apetezca.
Para los niños, sin importar su edad, participar en los procesos los hace sentir como parte de ellos y aprenden a darle importancia a los alimentos.
El proceso de alimentación saludable del peque, comienza en el súper.
Llévalo contigo y permite que escoja las verduras que quiera comer, responde a todas sus preguntas y permite que sea él o ella quien decida qué comprar.
Al llegar a casa, déjale que te ayude a lavar, guardar o preparar los alimentos.
Dependiendo de su edad, le puedes encargar pequeñas tareas como lavar las frutas y verduras, condimentar las carnes o servir en el plato.
Que vea todo el proceso desde que se hace la compra hasta que está en su plato y haber participado en él, le da un sentido de satisfacción superior.
Este apego, lo hace apreciar los alimentos desde otro punto de vista.
Como dice Silvia, los niños necesitan “transmitirles un hábito y ser consistentes”. Es decir, los peques necesitan ver que la comida es un momento divertido, ligero y de compenetración con sus padres.
Comer sin estrés, sin presión y bajo un ambiente distendido se transformará en uno de los mejores momentos del día.
Sobre todo, debemos aprender a relajarnos también y aprender del viejo adagio que dice “podemos llevar el caballo al río, pero no obligarlo a que beba agua”.
Los peques tienen sus ritmos y somos los adultos quienes debemos buscar los medios más eficientes para lograr que mejoren su alimentación.
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