La miel es uno de los súper alimentos por excelencia de nuestra gastronomía. Además de sus múltiples beneficios, se trata de un endulzante más sano que el azúcar, por ejemplo. Pero eso no quiere decir que la miel tenga que quedar relegada únicamente a los postres o dulces, ¡ni mucho menos! Si te encantan las tortitas, los pestiños o el yogur o cuajada con miel, debes hacer un hueco a este ingrediente en tu cocina y dejarte sorprender por el sabor que la miel puede ofrecer a tus platos salados.
No es casualidad que cuando pensemos en cómo cocinar con miel una carne, uno de los primeros platos que venga a nuestra mente sean las típicas costillas barbacoa tipo americanas. Efectivamente, a la carne de cerdo le va estupendamente el aderezo con miel y su resultado no solo se notará en el sabor, sino también en ese toque jugoso que aportará a su exterior. Una de las formas más sencillas de aplicarla será pintando las costillas, solo con miel o con una mezcla que te guste, como miel y mostaza. Tan solo tendrás que pintar la carne antes de introducirla en el horno y seguir la receta que más te guste, ¡ya verás qué toque!
Eso sí, te recomendamos tener en cuenta que la miel de color claro suele ser más suave y las más oscuras son las que cuadran mejor para los asados de carne.
Pero más allá de costillas o asados, la miel también puede ser una opción perfecta para crear una buena salsa para acompañar tus carnes. Dependiendo de con qué la combines obtendrás un resultado dulce, semidulce o agridulce.
Está claro que al añadir miel las verduras pierden un poco “el efecto dieta”, pero es una forma fácil de darles un toque diferente y riquísimo. Algunas de las combinaciones más exitosas de miel y verduras acompañan a estas últimas cuando están cocinadas en tempura y consiste en algo tan simple como añadir un chorrito del líquido dorado de las abejas sobre ellas. Una combinación crujiente y buenísima, ¡también como aperitivo!
Añadir un toque de miel a una vinagreta puede dar un aire completamente renovado a tus ensaladas y ayudarte a variar de sabor sin renunciar a comer sano. Por ejemplo, mezclando un poco de aceite de oliva, vinagre balsámico y un poquito de miel conseguirás una vinagreta para chuparte los dedos.
Si te gusta mucho la miel, siempre puedes añadir un chorrito de miel directamente a la ensalada. En este caso ligará mejor con aquellas que llevan frutos secos, picatostes o cebolla crujiente.
Además de su gran valor nutritivo, la miel es una gran fuente de energía y destaca por sus propiedad antioxidantes, por sus vitaminas, sus potentes efectos contra los resfriados y catarros. Además, es un relajante natural y, si lo añadimos a una bebida caliente, como té, nos ayudará a conciliar el sueño.
¡Por no hablar de los beneficios que también tiene a nivel estético para nuestra cara y pelo!
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