En la tarde del 22 de junio de 1981 el pleno del Congreso de los Diputados aprobaba la ley del divorcio. Con 162 votos a favor, 128 en contra y 7 en blanco el divorcio irrumpía en nuestro país acabando con las uniones para toda la vida. Ahora se cumplen 40 años de la aprobación de esta ley que no fue bien recibida por los sectores más conservadores de la sociedad.
Aseguran los expertos que un buen divorcio es siempre mejor para los niños que un mal matrimonio. Ser testigo de peleas, malas caras, resentimiento, dolor, tristeza y ausencia de amor y compromiso no es precisamente lo más idóneo para un niño y está demostrado que tiene un gran impacto emocional en ellos.
Un mal matrimonio es una herida abierta que nunca cicatriza y seguir juntos «por los hijos» siempre es la peor de las soluciones. Un divorcio libera a todos de ese entorno y ofrece un futuro que siempre será mejor.
Una investigación publicada en la revista ‘Child Development‘ apunta a que el conflicto entre padres divorciados o separados aumenta el riesgo de que los niños desarrollen problemas de salud física y mental, ante el temor de sentirse abandonados.
Según el I Observatorio del Derecho de Familia en España elaborado por Aeafa, el 97% de los divorcios tiene un nivel alto de conflictividad en parejas con hijos. Un dato desastroso que solo tiene una víctima: los niños.
El aumento del número divorcios en los últimos años es una realidad social. Entre el 40 y 50% de las primeras uniones termina en separación o divorcio y la inmensa mayoría de estas personas son progenitores.
Llega el momento de tomar una decisión, pero eso no es lo más difícil. Lo que te parte en dos, para lo que no encuentras palabras, es para contar a tus hijos que papá y mamá se van a separar.
Hay dos cosas que en estas circunstancias son esenciales.
-En primer lugar, nadie mejor que unos padres para ayudar a sus hijos a gestionar esta crisis.
-La segunda, ellos son la prioridad, por encima de los intereses y sentimientos de los adultos. Los hijos no son un arma arrojadiza con la que atacar a tu ex pareja. Ambos seréis siempre padres, juntos formaréis siempre una familia aunque con una estructura diferente y como tal debéis actuar: «aunque ya no vivamos todos juntos, los dos te vamos a seguir queriendo mucho toda la vida y te vamos a seguir cuidando juntos» sería un buen punto de partida.
El divorcio es siempre para los hijos una experiencia diferente que para los padres. La familia en la cual los niños nacieron, crecieron y vivieron toda su vida se transforma, pero los niños tienen que sentir que seguirán contando con el apoyo y la seguridad que ese núcleo les aporta.
Investigadores de distintas especialidades han estudiado los efectos del divorcio en los niños y adolescentes, pero no hay conclusiones absolutas.
Un estudio publicado por UNICEF señala que las consecuencias pueden ir de moderadas a graves, de transitorias a permanentes y que dependen:
1) del grado del conflicto previo, especialmente que se involucre o no a los hijos,
2) del ejercicio o no de la co-parentalidad (crianza conjunta de los hijos)
3) de los efectos del deterioro económico y del estilo de vida que por lo general trae aparejado.
Cristina Noriega, doctora en Psicología y autora de Divorcio. ¿Cómo ayudamos a los hijos?, explica en este libro las distintas reacciones emocionales según la edad de los niños.
De 0 a 2 años
En esta etapa de la vida los niños perciben enseguida cualquier cambio experimentado en el ambiente. Son capaces de sentir la ausencia de uno de sus progenitores. El no saber si volverá o no les crea angustia y lo más frecuente es que lo manifiesten con llantos intensos e irritabilidad, alteraciones de sueño y alimentación.
De 2 a 3 años
Es posible que el niño, que se encuentra inmerso en una etapa con grandes metas—andar, control de esfínteres…—, muestre dificultades durante el proceso de divorcio: problemas psicomotores, falta de control de esfínteres, alteraciones de sueño, retraso en el habla, etc. En estos casos no hay que regañarle, sino ayudarle a que gane poco a poco autonomía y aprenda a controlarse solo.
Son conscientes de sus emociones —ira, rabia, tristeza…—, pero no saben cómo gestionarlas. Lo normal es que fantaseen con que sus padres volverán a estar juntos ante la incapacidad de entender lo que está pasando.
De 3 a 5 años
Es una etapa complicada porque no dejarán de hacer preguntas. Desarrollan su actividad, imaginación, cuentan historias, cuentos. También son egocéntricos, todo lo que ocurre a su alrededor tiene relación con lo que piensan: «papá y mamá se han separado porque me he portado mal». También es una etapa de muchos miedos, sobre todo a quedarse solos o que sus padres dejen de quererles.
A esta edad tiene lugar la elaboración del complejo de Edipo cuando vemos a niños y niñas que se muestran posesivos con la madre y rivalizan con el padre.
De 6 a 12 años
Se reduce su actividad porque centran todas sus energías en el ámbito escolar. Es una época de aprendizaje intenso y a nivel emocional se alejan del egocentrismo y empiezan a empatizar. Tienen mayor capacidad para entender lo que es un divorcio, aunque no suelen expresarlo por miedo a preocupar al padre o madre. Aún mantienen latente el anhelo de que todo vuelva a ser cómo antes, pero al no ver confirmadas sus esperanzas se sienten traicionados, tristes y rabiosos.
Adolescentes
Quizá es una de las etapas más complicadas para que un niño encare un divorcio porque esa gestión coincide con la de búsqueda de su propia identidad. El divorcio complica la construcción de su identidad porque ellos necesitan sentir mucha seguridad, por eso es frecuente que pongan a prueba a sus padres para confirmar que hay límites y que van a mantenerse a su lado.
Ante el sentimiento de inseguridad y soledad, encontrarán consuelo en grupos de iguales de los que tendrán excesiva dependencia. Muchos pueden encontrar vías de expresión de ira y la hostilidad a través de trastornos de alimentación, consumo de sustancias, conductas sexuales de riesgo...
Nuestra colaboradora de Atrévete, Rocío Ramos-Paul, Supernanny, nos da una serie de consejos sobre cómo hablar con nuestros hijos ante un divorcio. Supernanny cree que es necesario disminuir la incertidumbre que les genera alterar sus rutinas y reconocerles todas sus emociones. Además, piensa que el divorcio tiene una parte positiva y es que enseñamos a los niños a enfrentarse a situaciones de estrés.
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En esta etapa, los padres los ayudan cuando:
-les aseguran una y otra vez que los quieren, ahora y siempre. No solo hay que decirlo, también demostrarlo
-les aseguran que verán regularmente al padre o madre que no convive (hay que intentar que sea así),
-les liberan de toda culpa al reiterarles que no son responsables del divorcio,
-los padres deben asumir toda la responsabilidad ante los hijos. Lamentan el divorcio y no haber podido resolver las cosas de otra manera,
-los escuchan, siempre: sus tristezas, sus enfados, su rabia, sus miedos
-Cariño, apoyo y comprensión.. es la mejor medicina
-No utilizar a los niños como arma arrojadiza para lastimar al otro progenitor. Nunca debemos hablar mal de él o de ella delante de nuestros hijos.
Los padres que eligen la felicidad personal enseñan a sus hijos a hacer lo mismo. Aunque dar prioridad a los hijos suele considerarse lo normal en la crianza, tomar la decisión de que tu felicidad personal es más importante que tener un núcleo familiar bajo el mismo techo envía un potente mensaje a los niños.
Les enseña que todo el mundo merece ser feliz y que la felicidad es importante en su vida.
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