«Tú, y tú, y tú, y solamente tú…«. Cuando tu pareja dejó de ser el amor de tu vida para convertirse en tu peor error, regalaste a tus oídos la canción de Pablo Alborán. Día y noche; en bucle. Pudiendo escuchar La Macarena o el Asejeré, ¿por qué preferiste abordar la amargura con canciones que te dirigían a la nostalgia inevitablemente?
Ahora, un estudio publicado en “Frontiers in Psychology” y que reproduce hoy cadenaser.com desvela por qué algunas personas disfrutan de la música triste más que otras. La conclusión tiene mucho que ver con la empatía y el hecho de que aquellos que disfrutan de la música melancólica se recrean en experimentar la sensación de que algo les está conmoviendo. Según el estudio, ahí está el origen de nuestra fascinación por la música triste.
«Eres masoca», repetía tu madre cada vez que abría la puerta de tu habitación y te veía con los cascos. Pues, por una vez, no le vamos a dar la razón. Puedes capturar este momento para soltarle uno de sus «te lo dije». Te quedarás más ancho que largo. Y es que, en este caso, quien estaba en lo cierto eras tú. Esta especie de terapia de choque tiene una explicación científica y puede resultar beneficiosa para convertir esa cara de acelga en la mejor de tus sonrisas. Descubre por qué.
Al parecer, esta decisión adopta el adjetivo «universal». A juzgar por lo que estiman los expertos, resulta tan inherente al ser humano como tiritar cuando sentimos frío o gritar de emoción cuando Iniesta marca el gol que da el título mundial a la selección. Es decir, esta práctica es algo así como un acto reflejo, con lo que, tranquilo, sigues destacando por tu sentido común, al contrario de lo que decía tu madre.
La explicación al alivio que experimentamos tarareando melodías afligidas y letras desventuradas tiene un nombre: prolactina. No, no es una chocolatina. Aunque podría serlo, pues, al fin y al cabo, el chocolate te hace muy feliz, ¿verdad? ¡Y a quién no! En realidad, estamos hablando de una hormona que multiplica sus niveles cuando estamos apenados, propiciando una impresión psicológica de consuelo. Y ese alivio se produce gracias a la música, que, una vez más, cumple con su función terapéutica.
A esta conclusión llegó un grupo de investigadores de la Universidad de Ohio. Estos expertos sometieron a estudio a hombres y mujeres comprobando sus niveles de esta hormona en la sangre. Aquellos con porcentajes elevados de prolactina manifestaban sensaciones placenteras, mientras que sus opuestos confesaban un sentimiento contrario.
Es decir, la música triste te ayuda a dar carpetazo a tu dolor emocional, regulando tus estados de ánimo negativos. Si algo tan indefenso como una melodía melancólica te ayuda a enseñarle el dedo corazón a la depresión, ¿por qué no probarlo.
Psicólogos procedentes de la Universidad Libre de Berlín corroboran la teoría de sus colegas de Ohio y, además, hablan de cifras. Según sus más de 700 voluntarios (tanto europeos como asiáticos y americanos), ponerte un tema con una letra infeliz puede producirte, además de nostalgia, ternura y tranquilidad. La primera emoción resulta la más frecuente. Este caso se dio en un 76 por ciento. Le siguió la calma, con un 57,5 %.
Graba esta frase en tu memoria: la automedicación no es aconsejable. Eso sí, cuando se trata de música, las reglas cambian. Y es que, como ves, el poder de una simple canción puede ser tan grande que con su ayuda te vuelves capaz de olvidar a la persona que te hizo tanto daño en menos de lo que canta un gallo.
Como acabas de comprobar, las melodías son saludables, incluso aquellas que cuentan con letras asociadas a la depresión. Así que, ¿que tu media naranja te ha sido infiel? ¡Automedícate con una canción triste y dale la vuelta a tu día!
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