Hay una razón química para ello: la escasez de horas de luz provoca que nuestro organismo aumente la secreción de melatonina, que induce el sueño y la relajación; y disminuye la producción de serotonina, que ayuda al bienestar emocional.
Existen estudios que demuestran que las inclemencias climatológicas también influyen en el estado de ánimo. El viento, por ejemplo, puede generar dolor de cabeza e irritabilidad.
Según Aída Rubio, coordinadora del equipo de psicólogos de TherapyChat, plataforma líder en psicología online: “en esta época del año, donde las horas de luz siguen escaseando, nuestro organismo aumenta la secreción de melatonina (que induce el sueño y la relajación) y disminuye la producción de serotonina (que ayuda al bienestar emocional) y de vitamina D (que refuerza el sistema inmune y la salud mental). Esto se traduce en mayor somnolencia, menos energía y un estado de ánimo más bajo y menos estable.
De hecho, las investigaciones nos cuentan que hay mayor incidencia de trastornos del estado de ánimo en países en los que hay menos horas de luz, como los nórdicos. Pero no es solo cuestión de la luz, existen estudios que demuestran que las inclemencias climatológicas también influyen en el estado de ánimo. Así, por ejemplo, el viento puede generar dolor de cabeza e irritabilidad (que podemos volcar en los demás).
La clave está en no dar poder a la situación. Ya sabemos que las condiciones externas del invierno nos generan un mayor cansancio tanto físico como emocional. El problema podría estar en reforzar este cansancio, sin tratar de buscar alternativas para remediarlo. De hecho, comenta Aída Rubio: “hay ciertos casos en los que puede pasarse de esta apatía invernal a una depresión estacional, o lo que denominamos Trastorno Afectivo Emocional: un síndrome que se caracteriza por un estado de ánimo bajo o irritable, alteraciones en el apetito y el sueño, fatiga y falta de concentración entre otros síntomas; y que aparece sobre todo en otoño e invierno, remitiendo normalmente en primavera”.
TherapyChat reúne 7 consejos que serán muy útiles a la hora de atajar este tipo de sensaciones:
2. Normaliza tus emociones. No trates de controlar tus emociones suprimiéndolas, evitándolas o culpabilizándote. En todo caso acéptalas, normalízalas y exprésalas (de palabra, mediante la escritura o de alguna manera artística). Ante todo, evitando la impulsividad, comportamiento que podría llegar a dañarte a ti mismo o tus relaciones.
3. Pon límites a esa apatía. Cuando estamos tristes o faltos de ganas, esperamos que este sentimiento pase solo. Pero nada más lejos de la realidad. Hay que activarse, moverse y buscar actividades para superar estos estados de apatía, ya sea dentro o fuera de casa.
4. Favorece el contacto con los demás. Lo ideal es mantener las oportunidades para movernos fuera de casa, pero si la situación de pandemia no lo permite, las opciones de contacto virtual son muy válidas y efectivas. La diferencia entre acabar teniendo un problema de salud mental y no, a veces es tan solo el apoyo que tengas a tu alrededor.
5. Vivimos en una situación excepcional. Acéptalo. Lo mejor que puedes hacer ahora mismo por ti es adaptarte a la situación, vivir en ella y no solo esperar a que pase. Es una vida diferente, con menos comodidades, más difícil, pero no por ello deja de merecer la pena seguir intentándolo. Si mentalmente te resistes a lo que está pasando, solo acrecentarás tu malestar.
6. La clave está en nosotros. No pienses en todo lo que debe cambiar a tu alrededor para que te vaya bien, sobre todo si no puedes controlar esos factores (como la COVID-19, el tiempo o las horas de luz); piensa en lo que tú puedes hacer para sentirte mejor y qué cambios debes de implementar para ayudar a que esto pase. Tendrás que hacer un esfuerzo para buscar alternativas creativas que te permitan seguir haciendo las cosas que te gustan y que te ofrezcan tener una vida lo más cómoda posible.
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