Parece muy evidente pensar que, si las cosas no van bien en una relación, lo mejor es terminar con ella, sobre todo si existe un nuevo amor. Sin embargo, muchas veces una pareja tiene ataduras que resultan difíciles de ignorar. Una ruptura siempre es complicada, pero en algunos casos se vuelve especialmente delicada. Incluso aunque sea la decisión más conveniente.
Ana se casó hace 14 años y tiene una hija de 12. Quiere mucho a su marido, pero ya no siente el deseo de estar con él. Su matrimonio está apagado y Ana reconoce que ella es la responsable. Le ha propuesto dejar la relación, pero siempre termina pensando en el daño que puede hacerle a él y a su hija. Hace 4 años, Ana viajó a su país y conoció a otro hombre. No pasó nada entre ellos, pero siguieron en contacto una vez que ella regresó a España. Hablaron durante años hasta que él le bloqueó en todas las redes sociales y desapareció de su vida por completo.