Patricia Imaz vuelve a acercarnos más y más confesiones de nuestros atrevidos, este con un nombre propio. Alucinaréis con las ocurrencias de Mónica de pequeña…
Para pasar las tardes, esta atrevida y sus amigos cogían los envoltorios donde se guardan los chorizos y morcillas, para meter dentro otro tipo de «chorizos«.
Los volvían a cerrar y los dejaban en la calle, resguardados hasta que algún pobre inocente lo cogiera pensando que podía comérselo.
«Le seguíamos hasta ver el momento en el que lo abriese», confesaba Mónica. No me quiero ni imaginar el olor y la cara que pondría esa persona, ilusionada seguramente por quitarse el hambre.
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