Cuando te independizas, puedes correr la mala suerte de encontrarte un vecindario de pesadilla… O la gran suerte que tuvo esta atrevida.
Como dice Patricia Imaz, entramos en un «terreno apasionante» porque la historia tiene miga. Nada más mudarse, se encuentra con su vecino sin camiseta y preguntando si tenía agua.
Ella, no sabemos si de manera altruista o porque intuía lo que estaba por venir, le ofrece ducharse en su casa; una propuesta que él rechazará… Pero no por mucho tiempo.
A los pocos minutos, suena el timbre y era él -todavía sin camiseta-. Tampoco había que ser adivina para saber cómo iba a acabar eso: «Confieso que tuve al vecino en mi cama».
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