Son ya nueve meses, se dice pronto, desde que la pandemia irrumpió en nuestras vidas y nos obligó a adoptar nuevos hábitos y comportamientos sociales. Uno de ellos, el uso obligatorio de la mascarilla que, además de la incomodidad que produce llevarla, tiene otras consecuencias físicas como el dolor de mandíbula.
Sobre este daño colateral que la mascarilla provoca habla en Theconversation.com Carles Subirà Pifarré, médico especialista en estomatología y Director del Departamento de Odontoestomatología, Universitat de Barcelona.
Últimamente a su consulta han llegado pacientes que se quejan de dolor en la mandíbula. Y es que a todos los problemas que se derivan del mal uso de la mascarilla (mala colocación, incorrecta manipulación, no homologación, humedad y falta de recambio) se suma el dolor que nos puede provocar.
Según el doctor Subirà «el uso diario de la máscara podría aumentar este tipo de trastornos de la articulación témporo-mandibular. Movimientos habituales como empujar la mandíbula hacia adelante para sostener la máscara, para separarla de la boca y aumentar el espacio para la entrada de aire, incluso apretar labios y dientes como reacción al miedo de forma inconsciente y repetida, podrían fatigar y sobrecargar los músculos faciales».
Si a esto añadimos que normalmente estas alteraciones están ligadas a la ansiedad, el estrés y otros trastornos psicológicos, blanco y en botella: tenemos un problema de mandíbula de libro.
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El dolor provocado por un trastorno de la articulación témporo-mandibular no se concentra únicamente en la mandíbula. Se irradia a oídos, sienes, frente y otras zonas de la cara.
Y es que, aunque no lo parezca la compresión ejercida en esta área debido a las gomas puede causar dolor facial y dolores de cabeza.
Para ello, se recomienda utilizar extensores de las gomas que nos permitan eliminar esa compresión durante las horas de uso.
También cambia nuestra forma de respirar al llevar mascarilla. Son muchas las personas que psicológicamente sienten como si les faltara aire. Por eso respiran por la boca en vez de por la nariz lo que les obliga a mantener la mandíbula ligeramente abierta y les provocar que se desarrolle tensión en los músculos que la rodean.
La solución para por respirar por la nariz cuando estemos en reposo e intentar corregir la respiración cuando advirtamos que lo estamos haciendo por boca. La respiración nasal agrega humedad y calienta el aire que respiramos, favoreciendo que la mandíbula permanezca en una posición de descanso.
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