Nos han contado que hay que practicar el desapego y abandonar todas nuestras dependencias emocionales, sin embargo, ¿qué hay de cierto en esto? ¿realmente es tan mala la dependencia emocional?
Mi nombre es Alejandro Vera y soy psicólogo y nutricionista en Madrid. En este artículo voy a intentar que alcances tu propias conclusiones.
No ha sido una, ni dos, ni tres, las veces que me he encontrado en consulta con alguna persona que afirmaba con vehemencia que la dependencia es mala o que venía a terapia porque quería aprender a dejar de depender.
Tengo la firme creencia de que estamos muy confundidos respecto a qué es la dependencia y cuáles son sus problemas. Además, hemos hecho de ella un juicio moral.
Lo primero que debemos aclarar es que la dependencia es algo completamente humano, y que nadie, sin excepción, está exento/a de ella.
Hay quién esta dependencia emocional la coloca en las personas, quién la coloca en la comida o en otras sustancias, en un trabajo, e incluso en un objeto.
Yo siempre le cuento a mis pacientes un recuerdo que tengo de la adolescencia: cuando estaba en el instituto me acostumbré a llevar a cada uno de mis exámenes una figurita que tenía en casa. Para mí era mí actuaba cómo tótem.
En cada examen que hacía, yo la ponía encima de la mesa y me sentía más tranquilo. ¿Esto es malo? Me atrevería a decir que no. Sin embargo, si coloco mi éxito en algo externo que evidentemente no es la razón del mismo, entonces, quizás sí que tengamos un problema.
El problema con la dependencia emocional es que hemos hecho de ella un valor moralmente indeseable. Inmersos en una sociedad que aboga cada vez más el individualismo y trata de equiparar el amor como una falta de motivación personal, las personas sientes que si quieren tener una vida en pareja, son dependientes.
Lo deseable es hoy, no tener necesidades más allá de nosotros mismos, vivir muchas experiencias y jamás, dejarnos condicionar por lo que piensen otros. Esto, es lo que muchas personas entienden por ser “independientes”.
Sin embargo, lo contrario a la dependencia no es la independencia, si no la identidad. Cogeré el ejemplo que te he contado antes para explicártelo mejor:
Si a mí tener aquella figurita encima de la mesa me tranquiliza, ¿cuál es el problema? El único problema es que en mi fuero interno piense “no soy capaz”, cuando en realidad, sí que lo soy. Este es el motivo realmente que debemos atender, y después, seguir utilizando o no, aquella figurita.
Para saber si nuestra dependencia es sana o no, lo que debemos preguntarnos es, de qué dependo y para qué dependo.
¿A veces dudo y pido opinión o soy incapaz de responsabilizarme de mis propias decisiones? Cómo ves, a veces la frontera entre lo adecuado y lo inadecuado puede ser muy fina.
Muchos autores de renombre como Walter Riso, quiénes son una referencia en el campo de la dependencia emocional, han lanzados mensajes cómo “suelta tu dependencia”, “libérate”, “practica el desapego”.
Otros como Rafael Santandreu abogan por desconectarse de las emociones desagradables hacia las demás personas: “no hay nada que perdonar”, “no hay nada por lo que enfadarse”.
Este modelo de relación con el mundo, extraído en cierta forma de la filosofía budista, ubica la paz mental y la armonía, mediante la desconexión con el mundo externo, los deseos, las emociones “bajas”, étc.
A mí personalmente, esto es algo que siempre me ha chirriado profundamente. Yo animo a mis pacientes a aprender a meditar y a tener una relación con las emociones desde la aceptación, pero jamás a no sentir.
La independencia emocional es justo eso, independencia emocional. Un mundo de personas que no sientan, que no necesiten de los demás, que no se sientan vulnerables, étc, sería un lugar para habitar sumamente triste. Al menos, así lo veo yo.
Cuando mis pacientes me dicen que quieren ser “independientes emocionales”, yo les digo, ¿quieres ser un cactus?
Ellos me miran extrañados y yo les explico, que a un cactus puedes no regarle en mucho tiempo, que apenas le dé la luz y aún, así, sobrevivirá.
Sin embargo, un bonsái necesita de cuidados para poder florecer y crecer. ¿Y tú, quieres ser un cactus o un bonsái?
© Sociedad Española de Radio Difusión, S.L.U.
© Sociedad Española de Radiodifusión realiza una reserva expresa de las reproducciones y usos de las obras y otras prestaciones accesibles desde este sitio web a medios de lectura mecánica u otros medios que resulten adecuados a tal fin de conformidad con el artículo 67.3 del Real Decreto-ley 24/2021, de 2 de noviembre.