El docente que ha hecho el experimento advierte: «Cuando tengamos que cerrar las ventanas (por el frío), vamos a tener un problema y muy grande”
Nius.es se ha hecho eco del experimento realizado por un profesor con el que pretende evidenciar el riesgo de contagio por aerosoles cuando se cierren, a la llegada del invierno, las ventanas de las clases en los colegios.
Una vez comprobado que el contagio por aerosoles es una de las principales vías de propagación del virus, la ventilación de los espacios cerrados se ha convertido en una de las medidas claves que debemos adoptar para evitar la transmisión.
Javier Pérez Soriano -al que hace referencia la noticia publicada por Nius.es- es un profesor de Secundaria, químico y experto en riesgos laborales, que ha querido comprobar cómo varían los niveles de CO2 en un aula dependiendo de si hay o no ventilación.
Si las ventanas están abiertas conseguimos que el CO2 y los aerosoles potencialmente infectivos que haya en el aula se desplacen y se diluyan.
Es por eso por lo que su advertencia estremece: «Cuando tengamos que cerrar las ventanas (por el frío), vamos a tener un problema y muy grande”
El complemento de las mascarillas es importante, pero no evita el contagio. Es una medida complementaria al lavado de manos y al mantenimiento de la distancia interpersonal para evitarlo.
Aula de 60 metros cuadrados con 29 alumnos más docente. Siete ventanas y un medidor de CO2 situado en la zona más alejada de las ventanas.
El medidor se encarga de calcular la cantidad de CO2 procedente de la exhalación de alumnos y profesor. El CO2 es el factor determinante de la calidad del aire: lo óptimo, no superar los 700/800 ppm de CO2 en interiores. Cualquier dato por encima de dicho valor indica una mala calidad del aire, que su renovación no está siendo suficiente.
La normativa indica que los niveles máximos de CO2 permitidos en el interior del aula no deben ser superiores en 500 ppm (con un límite de 800 ppm). La OMS pone el límite para ambientes saludables en 1.000 ppm.
Ventilando el aula entre clase y clase, manteniéndola cerrada durante 45 minutos, supone estar un 68% del tiempo con valores superiores a 1.100 ppm, y trabajar con valores medios de 1.200 ppm.
Una vez terminadas las tres horas de clase, con los intervalos de apertura de entre 5 y 10 minutos entre ellas, los alumnos salieron al recreo con un nivel de CO2 en el aula de nada menos que 1.400 ppm.
En un segundo ensayo durante el que se mantuvieron las ventanas ligeramente abiertas (unos 15 centímetros) los valores bajaron un poco, a una media de 1.090 ppm. “Por todo ello, la ventilación constante aunque sea solo un poco, es la mejor opción (siempre que se pueda es mejor dejarlas un poco abiertas que tenerlas cerradas)”, concluye este profesor.
Lo recomendable, no obstante, sería ventilar como mínimo 15 minutos entre clase y clase.
“Habrá que asumir un cambio de mentalidad –apunta el docente-. Mientras dure la pandemia, por desgracia, va a ser habitual durante el invierno el uso de abrigo en interiores”.
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