Como bien dice, estamos viviendo unos primeros días más tranquilos y «soportables» gracias a la novedad. Y cuando esta cuarentena vaya finalizando, tampoco nos sentiremos agobiados porque notamos el final cerca. Pero… ¿Y entre medias?
En esa fase intermedia nos detenemos. Empezará a hacerse evidente la ansiedad, la tensión y las ganas de estar en cualquier otro sitio que no sea encerrados.
Lo primero que debemos evitar en esos casos es que nuestro hijo «se contagie» de nuestra dejadez. Y eso solo se consigue si se mantiene una rutina rígida.
Cosas tan básicas como evitar que hagan los deberes en pijama o ducharles a una misma hora ayudará a marcarles hábitos: «Mantenemos cuatro o cinco normas rígidas para no caer en el ‘todo da igual’«.
Otro de los aspectos claves que da Rocío Ramos-Paul y que resaltamos es que, inevitablemente, tendremos que «hacernos los tontos muchas veces». Seamos capaces de ser laxos a la hora de la comida, con el tiempo de descanso o incluso en el modo del pequeño de desconectar.