¿Para regañar a nuestros hijos es necesario gritarles? Rocío Ramos-Paul va a demostrarnos, no solo que son innecesarios, sino también cómo evitarlos.
Conviene saber primero por qué chillamos. Puede ser que ese día hayas llegado cansado del trabajo y lo pagues con los más peques; o que sean ellos quienes agotan tu paciencia y te acaben «descontrolando» a ti.
Ante todo, nuestra especialista insiste en que es una reacción «humana«. No te culpes, identifica que lo haces y, cuando veas que te vas a descontrolar, aléjate por completo y tómate tu tiempo para respirar y relajarte.
Puede darse el caso en el que tu hijo te siga con el runrún de «papá, papá» o «mamá, mamá». Sé todo lo amable que puedas y, cuando ya haya pasado ese tiempo, no tengas miedo en pedirle disculpas y en explicarle que su conducta te ha llevado a eso.
Seguro que habrá padres y madres que, escuchando esta sección, nos planteen una posibilidad: «Mi hijo solo me hace caso cuando llego a ese punto en el que le grito«. Como señala Rocío Ramos-Paul, se trata de una mala costumbre que ha cogido y que tiene una sencilla solución.
Tan simple como trabajar las emociones del pequeño y que vea que tú estás disminuyendo los gritos para responder de otra manera. Por ejemplo, si tu dinámica es la de «estallar» diez veces al día, ponte como reto bajarlo a cinco o siete en los próximos días. ¡La educación sin chillidos es más que posible!
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