Despiertas y estás más lisa que el cutis de Paula Echevarría. Pero el bienestar te dura lo mismo que el silencio en las colas de un concierto de David Bisbal. Avanza el día y tu estómago no se queda atrás. Erupciona a un ritmo demoledor. Imparable, como Rafa Nadal. Y doloroso, como el final de tu serie favorita.
¿Por qué se me hincha la tripa?
Esta pregunta ronda tu mente a diario. Se repite en bucle, como cuando no podías parar de tararear la canción Despacito. Pues bien, atajar el problema implica viajar a la raíz. Y nosotros te acompañamos para que dejes de identificarte con el estribillo de Desesperada, de Marta Sánchez. Sigue leyendo y quizá ya no tengas que utilizar el primer agujero del cinturón.
Vamos a descartar que estés en la semana previa a la regla, cuando el abdomen se hincha por los cambios hormonales que sufres. Contemplamos que tampoco te dieras un homenaje la noche anterior con una cena opulenta y grasienta. Recuerda que a tu cuerpo le cuesta mucho digerir la grasa. Anula de tu dieta, sobre todo, la nocturna la carne roja, los fritos y las grasas en general.
Entonces ¿por qué tu tripa está hinchada?
Tu pantalón es reincidente. Te regala esas incómodas marcas alrededor de la cintura una y otra vez. ¡Y eso que es de tu talla! Pero, no te engañes, no actúa solo. Está alentado por uno o más culpables. Identifícalos en nuestra rueda de reconocimiento:
Cuando comes pipas a la velocidad de la luz estás tragando ese aire que propicia la transformación de tu barriga. Tan solo tienes que disfrutar de los alimentos y aminorar el ritmo. ¡No es tan difícil!
Puede que tu organismo no acepte el gluten o la lactosa. Si ese es el diagnóstico, cambia tu lista de la compra e incluye los productos indicados. ¡Tu supermercado te ofrece numerosas opciones!
¿Te prodigas menos en el baño que en las reuniones vecinales? Puede explicar tu inflamación abdominal. Toma fibra. Las legumbres, las hortalizas, los frutos secos y las semillas serán tus nuevos amigos.
Los expertos la llaman dispepsia. Suena a nombre de refresco, ¿verdad? (el siguiente posible inculpado). Los atracones que te das a las dos de la mañana o el homenaje que te pegaste en la boda de tu hermana, donde no dejaste títere con cabeza, son los causantes.
Sus burbujas producen gases, así que aléjalos de tu vista. Son malas compañías, como las frituras. Cámbialos por las infusiones y tu barriga te dará las gracias.
No se puede luchar contra los elementos. A la inflamación de vientre se une la de pechos. Si estás en esos días: muchos mimos, descanso y a esperar que pasen.
Está asociada de manera perenne a la tripa inflada. Es una justificación y, a su vez, una consecuencia de las demás causas. Si te abrieras el cuerpo en canal, veríamos ahí un atasco más descomunal que en la M-30 un 15 de agosto. Eres una persona más salada que las pesetas, pero evita la sal, anda.
¿No localizas tu problema entre los argumentos anteriores? Acude a un especialista. La explicación podría ser más grave. Tal vez se trate de patologías digestivas u otros motivos preocupantes.
Lo más lógico es que un hábito erróneo en la alimentación propicie ese estómago que gastas por la tarde. Aunque, ya sabes, mejor prevenir que curar. Especialmente, si esta situación se produce día sí, día también. Venga, que no te cuesta nada pedir cita con un experto.
Imagina volver a sentir esa ligereza al abrir los ojos cada mañana. Si ya has descubierto al responsable de tu mal entre los posibles infractores, ¿a qué estás esperando? ¡Ponte manos a la obra para fulminarlo!
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