Mi nombre es Alejandro Vera y soy psicólogo y nutricionista en Madrid. ¿Tienes un color favorito? ¿para vestirte sueles elegir siempre tonos parecidos? ¿o lo para decorar tu casa? Hoy vas a descubrir que puede estar reflejando sobre ti este acto inconsciente.
La psicología del color no es algo que vaya yo a descubrir a nadie, es uno de los clásicos dentro de la psicología psicoanalítica y es uno de los criterios por excelencia que tienen las marcas, a la hora de hacer su propio branding.
Está demostrado qué, ciertas combinaciones de colores aumentan la conversión (más ventas con menos exposición). Por ejemplo, la combinación de colores opuestos cómo podría ser el caso del azul y el naranja. Solemos pensar que somos dueños de nuestras decisiones, sin embargo, nos encontramos influenciados de miles de manera diferentes.
No obstante, la razón por la que este tipo de contrastes surte un efecto “camelador” en nosotros, tiene más que ver con la forma en que funciona nuestra percepción visual que con nuestra emocionalidad. No obstante, las razones psicológicas tampoco escapan al olfato de la psicología del marketing:
Todos sabemos que de manera más o menos irracional, asociamos ciertos tipos de colores con sensaciones. Te hago una propuesta: busca en Google “psicólogo”. Verás, que la mayoría de páginas webs que aparecen tienen un color lila, verde o azul marino suave.
Seguro que encuentras pocas o ninguna web donde el color predominante sea el amarillo. Esto se debe a qué generalmente asociamos el amarillo con enfermedad.
Los seres humanos no somos 100 % racionales, también somos simbólicos. Algunas personas más que otras, pero en mayor o menor medida, todos proyectamos.
Una persona tumbada en una pradera puede ver una nube y reírse. Y tú pensarás, ¿de que se ríe? Es posible que aquella nube le haya recordado algo, que quizás no tenga nada que ver, pero lo ha asociado.
La proyección psicológica es la razón por la que al arte abstracto nos resulta tan llamativo. Seguramente no sepamos darle un sentido a lo que vemos, pero el caso es que nos resulta evocador: nos puede producir repulsión, alegría, ternura… a pesar de no saber lo que estamos viendo.
Con los colores ocurre algo similar, las personas les damos un significado. Este simbolismo es una mezcla entre los valores tradicionales culturales (por ejemplo, el negro para la muerte) y nuestras experiencias y aprendizajes personales.
Por ejemplo, un adolescente puede decidir durante una época de su vida vestir de negro porque quiere expresar sobriedad, melancolía, oposicionismo, étc.
Reflejamos nuestros anhelos, lo que nos gustaría ser o sentirnos. Sin embargo, esto también dice algo de nosotros: habla de nuestras necesidades. No es casualidad que decidas pintar tu casa de un color determinado: quizás, si te sientes estancando, necesites dar una capa de color que reivindique el cambio o la renovación, la alegría o las nuevas oportunidades.
Así somos las personas, tratamos de sentirnos bien con nosotros mismos haciendo cosas de las que no somos del todo conscientes. Esto es algo natural y nos pasa a todos. Puede que nos los justifiquemos cómo “las paredes están muy mal y toca pintar”, un argumento racional, cuando en el fondo lo que estamos tratando es de dar salida a una necesidad que apremia en nuestro interior.
Volviendo a la psicología del marketing, precisamente, esta se fundamenta en esto: nuestras necesidades personales. El marketing emocional se ocupa de detectar nuestras necesidades y carencias emocionales y nos vende algo que aparentemente las cubrirá.
Por poner un ejemplo cualquiera, no quiero que nadie se ofenda, cuando compramos un Iphone, ¿en qué tanto compramos un super teléfono y en qué tanto lo que nos motiva a la compra es un argumento irracional, como puede ser la sensación de poder que obtenemos con ello?
Esto es humano y no se trata de endemoniar a nadie, no todas nuestras decisiones son racionales. De hecho, la mayoría de ellas no lo son.
Cómo te he venido contando, yo no creo que una persona que escoge el color naranja, sea X, simplemente, quiere sentir X o sentirse como X. Igual a la inversa, cuando rechazamos sistemáticamente un color, esto ocurre porque estamos expresando una postura respecto a algo que nos parece inaceptable para nosotros. Esto se hace evidente, por ejemplo, en la relación que tienen los hombres con el color rosa.
¿Qué pasa que el color rosa es más feo? No, pero seguramente si seas hombre lo encuentres poco atractivo. Esto ocurre por puro condicionamiento.
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