Luis Larrodera regresa una semana más para picar nuestra curiosidad y explicarnos el origen de frases tan populares como «matar el gusanillo», «meter la pata» o «ser más chulo que un ocho».
En el primer caso, existen dos teorías muy curiosas. Por un lado, era la excusa hace siglos para todos aquellos que tomaban alcohol en ayunas; creían que un gusano hacía rugir su estómago y se estaba comiendo su sangre.
También había otros, algo más exagerados, que pensaban que este gusano se posaba en nuestra saliva y, en ayunas, podía llegar a envenenarnos. Para solucionarlo, era aconsejable tomar cualquier cosa para mandar al «bicho» al estómago y que allí acabara pereciendo.
Esta frase habitual para mandar lejos y de manera educada a quienes nos molestan, tiene su origen en el mundo naval. De hecho, carajo solía ser el lugar donde el capitán mandaba a los marineros que no cumplían su tarea. Con tanto balanceo y siendo un sitio tan inestable, los que acababan allí sufrían unos mareos de aquí te espero…
Todo marinero que acababa en el carajo solía haber «metido la pata» previamente, un dicho popular que tiene su origen, bien en la propia pata del animal que caía en la trampa del cazador; o en la expresión «mentar a pateta» que se fue modificando con el boca a boca y que, inicialmente, hacía mención a la mala suerte.
Para esta última frase tenemos que irnos a la capital. Allí se popularizó la frase «ser más chulo que un ocho» gracias al tranvía con ese número que llevaba a todos los madrileños y madrileñas a las fiestas de San Isidro.
Vestidos de chulapos y los vagones llenos, quienes veían la escena de fuera ironizaron con este dicho: «No podía existir más chulería que un tren lleno de chulapos».
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