Te contamos algunos sencillos cambios en tu día a día que pueden ayudarte a perderlos sin apenas darte cuenta.
Puedes empezar por reducir las cantidades que comes, come de todo pero en plato pequeño y añadir alguna comida en tu dieta, por ejemplo merendar,evitará que llegues con un hambre voraz a la cena.
Destierra de tu desayuno productos procesados, galletas y bollos. Hay muchas opciones de desayunos sanos y deliciosos, una buena y sencilla opción es una tostada de pan integral con tomate y una cucharadita de aceite en lugar de unas galletas de chocolate.
Haz cenas ligeras, existen multitud de opciones para cenar rico y sano y no irte a la cama hinchado.
Incorpora el deporte a tu día a día, no tienes que correr una maratón, con caminar media hora cada día y si puedes combinarlo con algunos ejercicios de fuerza que según explica la entrenadora Mireia Borrás activan el metabolismo con lo que tu cuerpo quemará calorías durante y después del ejercicio.
Intenta dormir más y mejor.
Según un estudio realizado por la Universidad de Chicago, tal y cómo explica Plamen Penev, director del mismo, cuando se restringe el sueño, aumentan los niveles de grelina, una hormona que estimula el hambre y reduce el gasto energético y que además promueve la retención de grasas.
Bebe más agua y reduce el consumo de sal, que provoca retención de líquidos, puedes condimentar la comida con especias cómo orégano, albahaca o utilizar pimentón.