El tiempo continúa avanzando, pero la incertidumbre se mantiene, ¿cuándo se acabará todo?
Vamos a comenzar la cuarta semana de cuarentena y seguramente el agotamiento y las prisas comiencen a llamar a la puerta de nuestra casa con más aplomo, por esta razón, necesitamos nuevos argumentos que nos motiven a seguir y a mantenernos fuertes. Mi nombre es Alejandro Vera, y soy psicólogo y nutricionista.
Hoy voy hablarte de una de las palabras más bonitas del mundo: Nankurunaisa.
Era su primer día como discípulo en la fábrica. Miraba asombrado a aquel señor del bigote imponente. Le miraba a través del cristal, como alguien lejano e inaccesible. Llevaba un traje oscuro y elegante, acorde con su amplio despacho.
Después de 30 años, mientras cruzaba la puerta de aquel mismo despacho, la imagen de ese recuerdo era lo primero que se posaba sobre su memoria. Ahora, era él aquel señor vestido de traje.
La palabra «Nankurunasia» se origina en el dialecto okinawense. Al principio, estaba compuesta por diferentes términos: «Nankuru-nai-sa».
Posteriormente estos elementos se han fusionado y convertido en una sola palabra que cierra el maravilloso significado de esta palabra.
Nankurunaisa es un término popular japonés. Su significado inicial actuaba como un mantra que decía así:
Nunca olvides quién eres, vive hoy por el bien del mañana. Nunca olvides sonreír porque por muy terrible que sea tu día, el sol te volverá a recibir.
En la actualidad decir Nankurunasia es sinónimo de Todo estará bien y/o, con el tiempo las cosas de arreglarán. Es un tributo a la paciencia y la confianza, también, a la aceptación del dolor y de las cosas desagradables que nos suceden. Un aspecto fundamental a la hora de trabajar nuestro crecimiento personal.
Una actitud para aceptar los devenires de la vida, entendiendo que la vida es cambio y qué igual que ahora las cosas pueden no estar bien, esto no durará eternamente. Algo, que ahora mismo necesitamos recordar.
Vivir el presente, uno de los mantras más recurridos y que yo mismo, trato de inculcar entre mis pacientes. También, uno de los preceptos básicos del mindfulness: ser capaces de focalizar la atención en lo que tenemos justo en este preciso momento.
Esta es una premisa que trabajamos los psicólogos clínicos en consulta: no te centres en el futuro y lo que pueda ocurrir en él, las preocupaciones no sirven para nada. Ocúpate de lo que sí puedes controlar, tu presente.
Sin embargo, lo que ha ocurrido a raíz de la epidemia del coronavirus nos ha trastocado los planes, tanto a usuarios como a profesionales, ¿de qué presente podemos ocuparnos cuando aparentemente lo único que podemos hacer es esperar?
Los seres humanos no estamos diseñados para la espera pasiva, me atrevería a decir, que esto es algo casi evolutivo y orgánico. Fijémonos en como cazan algunos depredadores: Las leonas se pueden quedar, incluso días, observando a sus presas hasta que les lanzan un ataque. Eso resulta inimaginable para nosotras, las personas.
Y menos, ahora que vivimos en mundo incesante de estímulos e inmediatez. Lo que queremos y necesitamos lo tenemos a golpe de click:
La vida va rápido, y de repente, llega una crisis que nos dice qué, a) no podemos salir de casa y b) no podemos hacer otra salvo que esperar. Excepto si eres un profesional sanitario u otro, ellos por desgracia, están sufriendo otros tipos de consecuencias emocionales.
Estamos hechos para la acción, para solucionar problemas desde el “hacer”, más que desde el “sentir”. Por esta razón, muchas personas están sufriendo durante este largo tiempo: tratar de solucionar y acelerar la espera, genera impotencia y frustración.
Necesitamos tener un poquito de Nankurunaisa y aceptar esto como un trámite. Dentro de poco recuperaremos nuestras vidas y la piel de nuestros seres queridos. Incluso, me atrevo a decir, que la vamos a sentir con más viveza que nunca. Nos estamos sensibilizando, o al menos, yo tengo esa sensación.
Todo esto ha servido para que paradójicamente, nos hablemos y nos escuchemos más. Estamos menos estimulados y más receptivos.
Durante estas semanas que he continuado trabajando mediante sesiones online con mis pacientes, he podido identificar una serie de reacciones comunes en ellos. Quiero compartirlas contigo por si a ti también te están sucediendo y leer sobre esto, puede contribuir a ayudarte a manejar mejor la situación.
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Antes de que pasara todo esto, recuerdo estar trabajando con un paciente que venía a consulta por estrés crónico. Es una persona que trabaja como freelance, muy bueno en lo suyo y que tiene muchísimo trabajo. Esto le “obliga” a tener constantemente volúmenes muy altos de tareas por resolver.
Recuerdo que en una sesión le dije, escoge un día de este fin de semana y no hagas absolutamente nada del trabajo. Cuando le pregunté por qué tal le había ido con la pauta, me dijo: fatal, hubiera preferido el estrés.
Al parar, el estrés había sido sustituido por angustia. Sentía que no estaba “aprovechando el tiempo”. El aburrimiento nos conecta con la quietud y la quietud a su vez, con el vacío. En el vacío es donde se encuentran nuestras insatisfacciones y donde comenzamos a agitarnos para hacer algo con ellas. Ese algo se traduce en movimiento. Movernos para tener o conseguir lo que sea, a fin de llenar la sensación de vacío.
Sin embargo, el vacío no se llena, se atraviesa. Si te estás aburriendo y esto te genera angustia, párate un momento. No busques frenéticamente qué hacer. Cierra los ojos y escúchate, incluso date una ducha. Necesitas estar contigo, no huir de ti hacia la siguiente estación que ocupar.
Los seres humanos tenemos una habilidad intrínseca de adaptación al medio. Por esta razón, podemos llegar a sentir que no somos los mismos en invierno que en verano, por ejemplo. En invierno, puede no apetecernos salir y quedarnos un viernes por la noche con un plan de “peli y manta”, y sin embargo, ser en verano los más fiesteros del lugar. Qué contraste, ¿no?
Esto se debe a que nos adaptamos de forma natural. Algunos pacientes me han contado durante esta semana, que han tenido reacciones muy desagradables cuando han salido a hacer la compra o a tirar la basura. Es una sensación como de irrealidad, de sentirse desconectado del entorno o incluso inseguros en la calle.
Esta es una reacción completamente normal y lo que quiero decirte con ello, a fin de cuentas, es que no te asustes. Cada persona es un mundo y no todos reaccionamos igual. Para muchas, lo más probable es que la vuelta a la normalidad no comience cuando nos den el pitido de salida y podamos volver a las calles. Si no que, necesiten un tiempo extra para volver a aclimatarse al ruido y la vida exterior.
Muchas personas antes de empezar el confinamiento, estaban comenzando a conocer a alguien, a lo mejor, les habían cogido para un trabajo nuevo o simplemente, tenían una serie de planes de futuro.
Ese “no sabemos cuanto va a durar”, se puede traducir fácilmente en un “no sabemos que va a pasar con…”. La incertidumbre genera mucha ansiedad y preocupación, e inevitablemente nos lleva a tratar de anticipar y controlar cosas con las que no podemos hacer absolutamente nada.
En este punto, tengo que ser tajante, no queda otra que abandonar esta actitud. ¿Cómo? Educando a nuestra mente y tatuándonos a fuego la idea de que no podemos controlarlo. Pensarlo no va a hacer que la cosa cambie, además, son pensamientos en círculos cerrados donde no llegamos a nada nuevo.
He querido hablarte sobre el concepto de Nankurunaisa, porque a mí. a título personal, me ha ayudado mucho. No solamente durante esta crisis, si no en la vida en general.
Como suele ocurrir en la cultura oriental, los mensajes no son explícitos o racionales, si que son simbólicos. Practicar la Nankurunaisa conlleva entender que todos los sucesos que nos pasan en la vida, son parte de un todo, los buenos y lo malos. Como piezas de un puzzle que al final conforma nuestra vida.
Ahora mismo, nos toca colocar esta pieza que parece que no encaja y que es toda negra. Te invito a tener una visión de conjunto, porque date cuenta que cuando pase un tiempo, recordarás esto como un hito: como algo qué de alguna manera, cambió una parte de cada uno de nosotros. La peor parte se la van a llevar aquellas personas que están perdiendo seres queridos en las peores condiciones posibles.
Me gustaría cerrar el artículo acordándome de todos ellos y mandándoles un abrazo enorme. Esta es realmente la parte más triste y dolorosa que ha traído consigo la epidemia, y son las personas a quién más debemos apoyar en estos momentos y en lo que viene después. Todo lo demás, se pasará, se solucionará o lo que tenga que ser. Ya lo veréis.
Nankurunasia.
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