En el día de hoy hemos hablado de deslices -algunos imperdonables- provocados por un número de teléfono marcados erróneamente o por mensajes enviados a la persona menos apropiada…
La pobre Mónica sufrió el cabreo monumental de su marido de manera injusta. Tras una acalorada discusión, él cogió su teléfono móvil y leyó tres mensajes muy sospechosos: «Aún me acuerdo de tus labios«, «Si aquel sofá pudiera hablar» y «Gracias por esta noche tan fantástica».
«Imaginaos la cara que puso cuando lo leyó», comenta la atrevida. Nada más hacerlo, él llamó a esa misteriosa persona y descubrió que se los enviaba a otra mujer que le dio un número erróneo a propósito.
En el caso de Antonio, fue él mismo el responsable del error. Tras un fin de semana de juerga, el lunes decidió pedir pollo al limón… Aunque lo hizo llamando a la Tesorería General de la Seguridad Social. «El problema es que volví a llamar para pedirle dos cucharones de salsa. Ahí ya me colgó», nos reconoce.
Y despedimos con dos historias de comerciales muy similares. La primera con una atrevida en el País Vasco que dejaba alucinados a sus clientes por su acento; mientras Ana acabó haciendo una «labor social»: «Mi marido me dice que no la borre porque soy su distracción».
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