Coral nos escribe para pedir ayuda con su hija de tres años. Mientras en el colegio es todo un ejemplo, comiendo «rápido y sin protestar», a la hora de la cena con ellos es otra historia. «Nos tiramos una hora para cuatro macarrones y un filete«.
El problema, señala Rocío, está precisamente en el poco tiempo que le dedicamos. Y regañarle no es una opción porque es esa llamada de atención que ella anda buscando. Lo mejor, en estos casos, es colocar un horario de comida y encontrar después un tiempo de juego donde «dedicar toda la atención positiva».
El deseo de este pequeño de siete años no debería ser un problema, salvo por la experiencia que tiene su padre viendo los partidos de fútbol. Él, además, tiene claro que pitará independientemente a insultos, amenazas y demás.
Este último aspecto es esencial, porque demuestra una enorme asertividad. Con ese aspecto debe quedarse Matías, quien además deberá «no obsesionarse» con el futuro de su hijo, teniendo tan poca edad.
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