Nuestra compañera acierta al definirlo como una «energía ilusoria» que nosotros mismos nos creamos. Por esa razón, la próxima que lo sintamos vamos a pararnos a pensar en su origen: ¿Qué conversación, experiencia o hecho lo provocó?
Después, viene un error habitual en nosotros y es negar el miedo. Es importante que lo asumamos y lo expresemos, porque así tendremos «la primera reacción para regularlo».
Tras haber dado estos pasos, conviene recordar que «el miedo también tiene miedo». Como señala Marian Frías, nunca olvidemos que esa sensación viene provocada por la ignorancia; no saber qué va a ocurrir.