En ocasiones, las personas a las que queremos nos hacen dejar a un lado lo que somos realmente. Sin darnos cuenta nos acostumbramos a seguir una vida regida por nuestra pareja, dejamos de ser independientes y asumimos nuestro papel más complaciente y sumiso para el otro. Olvidamos cosas tan simples como pasar tiempo con nuestras amistades. Dejamos de ser nosotros mismos y nos encontramos atados a las ideas de otro, pero todo tiene un límite.
Esto mismo nos cuenta nuestra protagonista de hoy, Mari, estuvo 40 años casada con un hombre que no le dejaba tener vida aparte de él, le privo de tener un trabajo o simplemente de hacer amistades. Ella lo describe como una persona egocéntrica y machista, solo le importaba su superación laboral, además, era sumamente celoso. Mari tuvo que convivir con una persona con doble cara hasta hace dos años que se armó de valor y zanjo la relación. Nunca es tarde.
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