Sobre pocas cosas corren más mitos y bulos que sobre la comida. La alimentación es tema de conversación día sí, día también. Por si fuera poco con las creencias equivocadas y malas prácticas de siempre, ahora se suman las nuevas modas dietéticas y las leyendas urbanas sobre lo bueno y lo malo que es esto o aquello.
¡Y es un peligro! Porque somos lo que comemos, y una alimentación basada en fundamentos erróneos a la larga solo nos causa problemas. ¿Quieres saber qué mitos te has comido? Toma nota, te explicamos algunos de los más típicos.
Fíjate qué curioso: nunca antes habíamos tenido tanto acceso a información sobre nutrición y, al mismo tiempo, nunca antes había habido tanta cantidad de bulos. Lo suyo es estar bien informados para tomar mejores decisiones a la hora de llevarse el tenedor a la boca. Con la comida no se juega, a no ser que sea una guerra de tartas. Mientras no tengas la oportunidad de hacerla, vete olvidando de los siguientes mitos.
Durante muchos años se ha dicho que algunas personas no engordan porque tienen un metabolismo acelerado que les hace quemar calorías muy rápido. Las personas de metabolismo lento, en cambio, tendrían tendencia a engordar porque quemarían las calorías más lentamente. Por eso, se supone que acumularían más grasa en el cuerpo.
¡Falso! Los estudios científicos han demostrado que no existen metabolismos rápidos y lentos. El mantenerse delgado o gordo depende de otros factores.
Se ha dicho que beber agua durante las comidas engorda. Esto no tiene sentido porque el agua no tiene calorías y, por lo tanto, no puede convertirse en grasa. Beber agua es saludable en cualquier caso e incluso podría ayudarte a reducir la ingesta de alimentos si tomas un vaso minutos antes de sentarte a la mesa, ya que sacia.
La grasa que es mala es la grasa mala. Durante años hemos demonizado las grasas y fomentado el consumo de alimentos dietéticos y, fíjate, al final lo que hemos conseguido es más población con sobrepeso. Una alimentación baja en grasa no hace adelgazar más ni mejor.
En realidad, la grasa de buena calidad es compatible con una dieta saludable. Lo importante no es tanto reducir la ingesta de grasas, sino consumir (con moderación, obviamente) los alimentos que contengan las grasas buenas: frutos secos, aceite de oliva virgen extra, pescado azul, aguacates… ¡Resístete a ese bollo relleno de crema!
Esto se ha repetido hasta la saciedad. Como sabrás, hay personas que se despiertan con hambre y otras que no soportan comer a primera hora. Estas últimas no están castigando su salud. No hay evidencia científica que confirme que el desayuno sea imprescindible ni que tenga que ser la comida más fuerte del día.
Además, desayunar productos azucarados no es que sea la mejor idea. ¡Dile adiós a los cereales de chocolate y triple capa de glaseado de azúcar!
No te dejes llevar por los mitos y los bulos. Antes de abrazar cualquier creencia sobre la alimentación, busca información de calidad aportada por profesionales de la nutrición. Desconfía de las declaraciones categóricas que aparecen de pronto sobre tal o cual alimento: que si esto es veneno, que si esto es la panacea, que si aquello lo cura todo.
La comida es tanto un placer como una cuestión de salud. Así que, ¡ya lo sabes! Que las leyendas no te amarguen el paladar ni la calidad de vida.
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