Melissa McCracken no pasa de los 30 años. Nació en Kansas City, Missouri, y creció sufriendo una de esas enfermedades raras que afectan a un porcentaje mínimo de población, en su caso al 4%, y que provoca que su cerebro responda a los estímulos musicales imaginando colores.
Este trastorno se llama sinestesia y en el caso de Melissa se traduce en que involuntariamente ella ve colores cuando escucha música.
Así se dio cuenta la artista de que su cerebro no era como el del resto: «Yo pensaba que mi sinestesia era normal y que preguntar a alguien por ello sería como preguntarle si notaban el olor a café en una cafetería. Con 16 años descubrí que no lo era, cuando estaba intentando elegir un tono de llamada para mi teléfono. Mi teléfono era azul y le dije a un amigo que iba a elegir una canción «naranja» para que hiciera juego, porque eran colores complementarios. Parecía muy confundido y pensé que le pasaba algo. Finalmente, en una clase de psicología en el instituto, todo encajó. Me sorprendí mucho, porque nunca había pensado que fuera algo inusual.»
La sinestesia no interfiere con mi visión en modo alguno y no es alucinógena. Simplemente flota ahí, parecido a cuando imaginas algo o visualizas un recuerdo.
Para Melissa, el funk es mucho más colorido que la música clásica » porque todos los instrumentos, las melodías y los ritmos diferentes crean un efecto muy saturado. Las guitarras normalmente son doradas y angulosas y el piano es más marmóreo y entrecortado debido a los acordes»
Por eso, es raro que pinte música acústica, ya que al ser normalmente voz y guitarra los colores que evoca su cerebro son mínimos al igual que le pasa con el folk americano: «Nunca pinto canciones country porque son de un aburrido color marrón apagado»
No todas las personas con sinestesia ven los mismos tonos a la hora de escuchar música. Ella ha hecho la prueba y el resultado ha sido sorprendente: «Me encanta estudiar el arte de Kandinsky porque él también tenía sinestesia, pero sus cuadros son mucho más geométricos».