«Todo caduca», comienza explicando nuestro compañero, entendiendo que muchos de esos emblemáticos humoristas nunca van a tener un digno heredero… Y que en algunos casos sus bromas y chistes ya no se ajustan al respeto y tolerancia actual.
Eugenio es el claro ejemplo de que no hay nadie capaz de imitarle: Ni sus chistes ni su manera de contarlos. Y aunque los de Arévalo no sean siempre los más correctos, muchos de nosotros recordaremos esa época en la que corríamos a la gasolinera más cercana o tienda de discos, para hacernos con el nuevo volumen de chistes del madrileño.