La buena noticia es que, salvo excepciones, la gente respetaba la distancia mínima y no se exponía al contagio. La mala, que parábamos de esquivar a las personas, de adelantar a unas, de ser adelantados… «Jamás pensaría que había tanta gente que amaba el deporte«, reflexiona el humorista.
Todos con sus zapatillas nuevas, sus modelitos deportivos y animándose a correr a un ritmo endiablado pese a haberse tirado cincuenta días aislados en casa. Y luego llegan mareos, agujetas, lesiones musculares… No nos imaginamos la cantidad de bajas que hubo para el segundo día.