El interés por esta fruta ha crecido en los últimos años en el resto del mundo, importándose su cultivo a países del sur de América o europeos como España, donde hoy arrasa en los supermercados por sus importantes beneficios para la salud.
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) lo cataloga como un alimento bajo en calorías, «100 gramos aportan 54 kcal» (muy similar al kiwi), sabroso y con un importante aporte de Vitamina C.
«Nuestro organismo necesita la vitamina C para multitud de procesos como la formación de colágeno y glóbulos rojos. Además, la vitamina C tiene capacidad antioxidante y favorece la absorción de hierro», asegura la Organización. Al mismo tiempo advierte que, si bien es un alimento importante para nuestro sistema inmune, no anula otros malos hábitos ni es milagroso para curar cualquier enfermedad. Es otra fruta más con aportes nutricionales fundamentales.
Existen tres tipos de pitaya que se pueden diferenciar según su aspecto: la pitaya roja de pulpa blanca, la pitaya roja de pulpa roja y la pitaya amarilla (la cual tiene la pulpa blanca). La tercera es la más sabrosa y dulce, razón por la que es la preferida de los consumidores.
Las rojas tienen una especie de escamas en la parte externa que nos ayudan a saber cuándo están maduras, el mejor momento para tomarla. En el caso de estas, están lista para consumirse cuando las escamas se tornan amarillas. En la pitaya que ya es de este tono, cuando adquiera bien el color amarillo.
¿Cómo consumirla? La parte que se come de la pitaya es la pulpa, una especie de masa gelatinosa con semillas. Corta la pieza por la mitad y, con una cuchara, saca el contenido. ¡Directo al paladar! Hay algo que debes tener en cuenta, y es que esta fruta no necesita nevera para su conservación, puedes guardarla en un lugar fresco, seco y alejado de la luz del sol.
¿Merece la pena? Eso ya depende de cada consumidor.