Y es que, a pesar de que las etiquetas de los productos hay que leerlas, a ti se te olvida… y claro, donde advierten que no laves a temperatura superior a 20 grados, tú lo has metido en la colada de los 40 grados.
¡Y zas! el suéter de lana se ha convertido en torerita… y la manga larga, en una manga francesa…
Y si intentas arreglar el estropicio con la secadora, el descalabro puede ser mayúsculo. Convertirás tu colada en fondo de armario para liliputienses.
Así que no te pongas nervios@ porque todo tiene solución. Recuerda tener cuidado sobre todo con las prendas de algodón y lana… pero si ya has metido el cazo hasta el fondo, nosotros te damos el remedio.
Cuando la ropa de lana y algodón se lava a alta temperatura su termosensibilidad provoca que cambie la estructura de su composición. Se crean numerosas cargas eléctricas que apelmazan las fibras unas sobre otras, el tejido se apelmaza, compacta y reduce su tamaño.
Si a ello sumamos el centrifugado, éste provoca que se imbriquen unas fibras con otras por lo que se encogerá aún más.
Por eso es importante no solo lavar con agua fría, sino evitar el centrifugado.
El reto es revertir el entuerto físico-químico de las fibras de tejido encogidas y apelmazadas. Necesitamos conseguir que las fibras se repelan.
El suavizante de la ropa convencional es un tensioactivo aniónico que puede cambiar la carga eléctrica de las fibras.
Procederemos a introducir la prenda en un barreño con una proporción de litro de suavizante por cuatro litros de agua. Déjala en remojo unas horas… y después, tiéndela mojada para que el peso del agua la estire bien.
Otro truco que viene bien para las prendas de algodón es sumergir la ropa en un recipiente con agua tibia y una cucharada de champú para bebé.
La mascarilla o acondicionador capilar es ideal para los pantalones, en una proporción de 10 ml por cada 10 cl de agua. Hay que completar la solución con vinagre… para que una vez en remojo durante 30 minutos la ripa vuelva a su ser.