Esta situación nos está pasando factura a todos y, como ya lo suponemos, nos cambiará para siempre. El mundo que nos encontremos cuando todo esto acabe no será el mismo, como tampoco lo seremos nosotros.
La crisis del coronavirus ha supuesto un impacto emocional en nosotros y en estos días hemos querido recuperar las fases que Pilar Jericó expone en El País, y por las que todos terminaremos pasando tarde o temprano. ¿En cuál te encuentras tú?
Esta fase corresponde al surgimiento inesperado del virus. No era algo previsto, era desconocido y no se podía intuir el impacto que podría tener a nivel mundial. Esto desemboca en una situación de incertidumbre y las medidas de actuación pueden ser erróneas, pues se llevan a cabo sin conocimiento.
Esta primera fase corresponde al conocimiento del virus. Nos enteramos de que surge en China y buscamos información al respecto.
La siguiente fase corresponde al hecho de pensar que el problema está muy lejos y no va a llegar a nuestro país. Tal y como expone Jericó, todo cambio no deseado conlleva una fase de negación. Nos negamos a creer que algo así pueda pasarnos a nosotros.
Según la analista, podemos desarrollar sentimientos de ira o rabia contra las autoridades que no supieron prever la magnitud del problema, olvidándonos de que para todos es algo nuevo.
Es importante superar la fase anterior, aunque la nueva tampoco sea muy esperanzadora. El miedo que se instala en nosotros al tener tan cerca el virus es el que hace que nos quedemos en casa, nos cuidemos manteniendo una higiene constante y no nos acerquemos a las personas de riesgo.
Ese miedo, al fin y al cabo, es un sentimiento que nos protege. Pero hay otro, y es el miedo que lleva al caos y a la histeria, el mismo que hizo que en las primeras semanas los supermercados se colapsaran o que se nos quitara el sueño por la preocupación.
Los momentos de crisis nos ponen a prueba y nos hacen crecer. Tras superar el miedo llega la fase de la aceptación. Estamos pendientes de las cifras y sabemos que aumentarán cada día, siguiendo el camino de los países que protagonizaron un gran número de contagios. Es una fase triste pero, como todas, están destinadas a superarse.
Conocida la magnitud del problema, afrontamos nuevos hábitos y nos adaptamos a la situación. Buscamos la parte positiva en cada uno de los aspectos de nuestra vida, también la manera de llevar a cabo actividades que por el confinamiento no podemos desarrollar fuera de casa, y compartimos impresiones y nos reímos de ciertas situaciones con los demás.
Sabemos dónde estamos, cómo hemos llegado hasta aquí y lo que tenemos que hacer para superarlo, de modo que intentamos ayudar a los demás o mostrar nuestra parte más solidaria para lograr que todo acabe cuanto antes.