Aunque parezca mentira, pero más de un padre y una madre debe entender que no está en «la final de la Champions» sino en una liga escolar, y como tal debe «limitarse a aplaudir y animar».
Abandonemos también esa necesidad de sentirnos entrenadores y árbitros porque no lo somos. De hecho, si lo corregimos estamos transmitiéndole a nuestros hijos el valor del respeto a la figura de autoridad.
Además de las cosas que no debemos hacer, Rocío Ramos-Paul también propone alternativas como el «tercer tiempo«. Una oportunidad única para dar ejemplo y ver a rivales dándose la mano e incluso con los padres de los contrincantes.
En definitiva, conductas que evitarán que los más pequeños sufran una presión y una exigencia innecesarias; que lo que sientan al acabar el partido ya no sea vergüenza.
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