Emociones que engordan y adelgazan: la alegría, la tristeza, la rabia, el orgullo

Por ejemplo, la tristeza estimula la tiroides y provoca bajada de peso

Nuria Serena

Emociones ¿Eres consciente de que tu estado de ánimo influye en lo que comes? Y, claro está, dependiendo de los alimentos que ingieres tu cuerpo gana o pierde peso.

Al contenido calórico que aporta cada producto, las emociones también añaden una carga extra al organismo, ya que cada una de ellas trabaja con un órgano distinto, liberando unas hormonas concretas que influyen en cómo responde nuestro cuerpo.

 

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Emociones que engordan y adelgazan: ponemos ejemplos

  • La tristeza: Estimula la tiroides… y provoca, bajada de peso… Las personas que «rumian» demasiado las cosas, las que se anticipan a lo que va a pasar, tienen gran propensión a la hiperactividad y, por ello, suelen ser delgadas e inquietas. Incluso, su forma de hablar huye del sintetismo.

 

  • No saben ir a lo esencial, pues su mente está siempre bullendo de ideas y conocimientos.

 

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  • El miedo: Pone a trabajar a los riñones incrementando la liberación de cortisonas. Es la emoción que más engorda. Las personas que tienen gran tendencia a engordar o hincharse acumulan mucho miedo en su interior a casi todo. A tomar decisiones, a hacer cosas nuevas, a plantar cara ante un conflicto.

 

  • Son personas que prefieren responsabilizar a otros de sus problemas, no hacerse cargo. Sus movimientos suelen ser lentos, torpes y pesados, tardan mucho en tomar decisiones.

 

  • La rabia: Pone en marcha el hígado y nos llena de energía y vitalidad. No incide especialmente en el peso, pero al favorecer la vitalidad, la acción y el movimiento, las personas suelen ser delgadas. Se anticipan a los hechos y andan siempre en alerta

 

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  • El orgullo: La altivez y la rigidez ósea están directamente relacionadas. El orgullo confiere una complexión física muy elegante y cierto aire de superioridad. También denota distancia y son personas con una alta capacidad de autocontrol en casi todos los ámbitos, entre ellos la alimentación

 

  • La alegría: Trabaja con el páncreas. Libera hormonas del buen humor que hacen sentir bien. Una emoción que engancha y que mal gestionada provoca su búsqueda constante a través de adicciones como comida, alcohol, drogas… Por eso es una emoción que suele engordar.  Acuérdate del dicho «la curva de la felicidad«

 

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Buscar el equilibrio

La solución, lejos de parecer complicada, es sencilla. Y no solo servirá para armonizar la relación con tu peso, si no que influirá en la forma de relacionarte contigo mismo y los demás

1. Conócete a ti mismo: Lo prohibido es una tentación. Por eso, no hay ningún alimento prohibido, solo restringido temporalmente (en vez de tomarlo una vez al día reducirlo a una vez a la semana); comer siempre en platos pequeños; dejar pasar 10 minutos entre plato y plato, saborear la comida y masticarla cinco veces más de lo habitual.

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2. Mira al futuro: Imagina cómo te gustaría ser dentro de muchos años. Cada vez que tengas ganas de pegarte un atracón ¡Visualizate! La comida es un placer, no una necesidad emocional.

futuro

3. Sustituye expectativas por objetivos. Las expectativas nos frustran. Los objetivos dependen de uno mismo, tú los escoges atendiendo a tu realidad. Estos últimos los puedes lograr, los primeros…

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4. Rompe la coraza, acaba con tu miedo. No te refugies en tu peso y vence a la frustración. Muchas veces nos hacemos invisibles a los demás y los kilos son nuestra excusa para no intentar nada nuevo. ¡Atrévete a adelgazar!

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5. Relájate. Demasiado estrés te puede impedir adelgazar porque cuando estás muy nervioso te inclinas por alimentos que más engordan. Por ejemplo el dulce, que proporciona grandes dosis de insulina y calma. Por desgracia, el cortisol que segregamos durante los episodios de estrés también hace que acumulemos más nutrientes en forma de grasa abdominal.

El deporte o la meditación nos pueden ayudar a cambiar el sentido de la balanza. Y es que cuando realizamos alguna actividad física nuestro cerebro genera endorfinas lo que provoca que nuestro sistema nervioso pueda activar nuestras emociones más positivas. Por eso, después de hacer deporte, nos sentimos plenos y somos capaces de ver, con otra perspectiva los problemas.

 

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