Tu hijo ha descubierto el maravilloso mundo de la mitología. Este hallazgo te ha traído una de cal y otra de arena. ¿La de cal? Los ojos chispeantes de tu pequeño, queriendo conocer todo acerca del unicornio. ¿La de arena? Sus preguntas constantes, intentando adivinar si eres una de estas criaturas quiméricas. Que los niños tienen mucha imaginación es una verdad incontestable. Ahora bien, quizá hayas dado razones a tu descendiente para albergar estas dudas.
Tu canijo no solo cree que eres tan fabuloso como un duende o un hada (y en eso tiene razón; original y exótico eres un rato). Además, ha localizado dónde reside tu particularidad. Efectivamente, tu pronóstico es acertado. La respuesta es: en los brazos. Su flacidez se conoce vulgarmente como ‘alas de murciélago’. Y es que, cuando llevas tirantes y alzas tus extremidades superiores, pareciera que vas a echar a volar en busca de tu cueva.
Lo que no sabe es que esa piel chiclosa que tiembla como la gelatina no es exclusiva de su progenitor, sino que, seguramente, los brazos de sus amigos de clase también cuentan con ese dudoso superpoder. Es lo que tiene el transcurrir de los años, los efectos de las dietas y la dejadez. Si quieres que tu hijo siga pensando que eres de otro planeta, estupendo. Ahora bien, si lo que deseas es volver a presumir de aquellos brazos de antaño, debes poner en práctica algunos ejercicios.
Ya sabes. El que algo quiere algo le cuesta. Aunque, respira, tampoco es para tanto. Tan solo has de poner un poco de intención y de constancia. Así, los resultados llegarán cuando menos te lo esperes. Igual que llegaron las canas, la boda de ese amigo que siempre fue contrario al matrimonio o las tormentas de verano.
No te obsesiones con batir récords. Haz las que puedas, pero hazlas bien. Poco a poco conseguirás elevar la cifra. A quien tienes que superar es a ti mismo, a nadie más. Esos regueros de sudor merecerán la pena. ¡Prometido!
Esto lo habrás visto cientos de veces en las películas, así que no estamos descubriéndote nada. Apoya la rodilla y tu mano correspondiente en una silla, flexionando el torso. Levanta la pesa con el otro brazo, arqueando el codo y pegando la extremidad al cuerpo.
Si te ejercitas cada día en el gimnasio, aprovecha para sacar partido a esos aparatos que no tienes en casa. Las máquinas de polea y la de pilates te ayudarán a combatir las alas de murciélago. Con ellas tendrás los movimientos controlados desde el principio.
Eleva tu brazo por encima de la cabeza y flexiónalo hacia atrás para rozar la palma de tu mano con tu espalda. Realiza este movimiento mientras tu otra mano toca tu codo. Parece enrevesado, pero solo has de leer de nuevo para memorizarlo. Repite este proceso con tu otro brazo y vuelve a empezar. ¡Ya estás listo para pedir un taxi sin tener que recurrir a la manga larga!
Con estos ejercicios, ese colgajo que vibra más que los cuadros y las copas de cristal en un movimiento sísmico irá desapareciendo poco a poco. Y es que, para tener el cuerpo de antes no necesitas ni un milagro ni una goma de borrar. Tan solo hace falta un poco de esfuerzo (y de coraje para no rendirte). ¡Adelante!
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