De esta manera, hace tan solo unos meses, apenas el 7% de los empleados tenían la opción de teletrabajar. La crisis del coronavirus, sin embargo, ha obligado al 80% a adaptarse a él. Un crecimiento que llama poderosamente la atención si tenemos en cuenta que los datos de partida nos situaban a la cola de Europa en teletrabajo, donde el 17% de los empleados disfrutan de él. Pero, ¿cuáles son los resultados?
Para empezar, las cifras a las que ha tenido acceso Acierto indican que casi el 70% de los trabajadores afirman ser igual o más productivos en estas condiciones. Estos porcentajes deben ser valorados en un contexto nada propicio para el teletrabajo. Es decir, con el incremento de la convivencia y la obligada atención a los hijos menores.
En cualquier caso, la evidencia científica señala que el teletrabajo incrementa la productividad, pero también que, para que funcione, resultan esenciales una serie de variables personales: que el trabajador sea independiente, sepa manejar la soledad, gestionar bien su tiempo, etcétera. Por supuesto, puede también afectar negativamente a aquellos procesos donde las relaciones sociales y la presencia sean importantes.
Otro dato que cabe destacar es que las horas extra se han disparado entre los trabajadores “de base” –un 60%–, mientras que se han reducido entre directores y gerentes –un 16%–. Y que el trabajo desde casa ha provocado que las jornadas de ocho horas se alarguen hasta las diez. Sin embargo, trasladar el trabajo a nuestro domicilio no debe significar estar disponibles todo el tiempo. Esto podría repercutir gravemente sobre nuestra salud en forma de estrés, ansiedad, problemas digestivos, trastornos del sueño, etcétera.
Los datos apuntan a que 8 de cada 10 empleados están satisfechos con el teletrabajo y que a más del 90% le gustaría seguir trabajando a distancia cuando recuperemos la normalidad. Las principales razones son la ausencia de desplazamientos –y el ahorro que eso conlleva–, la reducción de los madrugones, así como la mejora de la conciliación familiar.
Más allá de lo comentado, la crisis del coronavirus y el trabajo en remoto han puesto de manifiesto no solo que es posible mejorar la productividad desde nuestros domicilios, sino también la necesidad de adaptación de las empresas. Y nos ha enseñado a lidiar con otros enemigos como la incapacidad de desconectar digitalmente, la procrastinación a la que podríamos sucumbir, la falta de limitación de los espacios en casa y la importancia de disponer de un tiempo para nosotros mismos.
En cualquier caso, no podemos dejar de recordar que esta adaptación al teletrabajo de las empresas ha sido, en numerosos casos, forzosa. Incluso, y dada la poca experiencia previa, muchas compañías han tenido que reorientar la organización del trabajo. Razón de más para aprovechar el momento y ponerse manos a la obra.
Esto pasa por incorporar el teletrabajo a la cultura empresarial, adecuando el equipamiento informático y las medidas de seguridad al trabajo en remoto. Formar a los trabajadores, apostar por perfiles digitales, implementar VPN seguras para acceder a los sistemas de la empresa, realizar copias de seguridad, cifrar los equipos de trabajo, etcétera; serán pasos fundamentales.
De hecho, se trata de algo clave si tenemos en cuenta que los ataques cibernéticos se han disparado con el teletrabajo, y que solo el 30% de las PYMES cuenta con protocolos de actuación básicos frente a este tipo de delitos. Contratar un seguro contra ciberataques puede ser una buena opción también.
En cuanto a los propios teletrabajadores, algunas aseguradoras ofrecen la posibilidad de contratar asistencia informática en sus seguros de hogar. Se trata de una cobertura que nos dará soporte técnico –tanto en el uso de software como de hardware– y responderá ante los problemas más usuales en el acceso a Internet, ataques por virus informáticos y similares.