El orden militar de la Antigua Roma que dio lugar a la frase «a la tercera va la vencida»

Rodrigo Díaz

Como viene siendo habitual cada mañana en Atrévete, Luis Larrodera logra ampliar nuestros conocimientos con los orígenes desconocidos de numerosas expresiones de nuestro día a día.

 

 

 

La primera en revelarse fue «a la tercera va la vencida». Una expresión habitual para animar a que la gente lo intente una vez más y que guarda su origen en las antiguas batallas cuerpo a cuerpo. Hace siglos, solo se nombraba a un ganador cuando conseguía tumbar al enemigo hasta en tres ocasiones.

Un tres que parece estar siempre relacionado con el fin de algo; también hace muchos años se tardaba en condenar a muerto a los ladrones, cuando estos habían sido pillados robando por tercera vez.

¡Y en las milicias romanas! Distribuidas en tres filas, se decía que los soldados de la última eran los «más valerosos». Por ese motivo, cuando las dos primeras filas caían en combate, ya se entendía que ese bando echaba el resto por ganar.

 

¿Por qué llamamos a nuestros amigos «camarada»?

 

Otra expresión con multitud de teorías es el famoso «¿Qué pasa, camarada?». Los historiadores acabaron coincidiendo en que tienen como punto de partida el mundo militar y en las camaderías que se organizaban.

 

 

 

Un total de ocho soldados convivían en las denominadas cámaras, donde allí desaparecía cualquier tipo de jerarquía entre rangos. Razón de más para que se tratasen de igual y mantuvieran una relación tan cercana.

 

El origen de «ir de punta en blanco»

 

Por otro lado, Luis Larrodera explica el origen de «a troche y moche», procedente de los trabajadores que talaban árboles a diestro y siniestro. Sobre este acto, son habituales los verbos «trocear» y «mochear«, los cuales eran empleados cuando se hacía sin ningún tipo de control.

 

 

 

Y también hablamos sobre «ir de punta en blanco«, un significado que conserva desde sus orígenes, cuando los antiguos caballeros debían ir impolutos antes de entrar en batalla. Y sus armas, hechas de acero pulido, lograban un llamativo brillo con la luz del sol.