¿La mejor parte? Que nos hace revivir esa especial noche y recordar las emociones que despiertan en nosotros los conciertos multitudinarios y le energía que se comparte en ellos. «Venimos de aquí, no os olvidéis, esta es la vida a la que queremos volver«, expresaba Leiva en una entrevista concedida a Papel.
¿La peor? Que hoy lo vemos como si algo así perteneciera a otra vida y a corto plazo se ve inviable que conciertos como ese puedan llevarse a cabo, lo que nos hace añorarlos más aún si cabe.
Para Leiva tampoco está siendo fácil. El madrileño acostumbra a compartir su música en espacios repletos de personas donde la energía pasa de uno a otro y todo el mundo se deja la voz, por eso no se ve ofreciendo un concierto en un espacio reducido donde la gente lleva mascarilla y tenga que guardar distancia de seguridad.
«Si me puedo permitir no dar conciertos así, y puedo por ahora, prefiero no hacerlo. Por respeto al ritual, a mí y al público«, confesaba en la misma entrevista. No obstante, se le platea una disyuntiva, y es que si bien él puede permitirse parar por un tiempo, no lo pueden hacer muchos de los profesionales técnicos que le acompañan normalmente en sus giras.
«Mi road manager [persona que se encarga de la gestión de las giras] que es un capo y lleva toda la vida en esto, se ha comprado una nevera para vender birras en la playa en Tenerife, y mi backliner [quien pone a punto todo el equipo y los instrumentos] está repartiendo para Glovo. Ese es el panorama y es muy complicado», añadía el artista.
Esto pone en una encrucijada al artista porque, de poder celebrar algunos conciertos en condiciones limitadas no podría dar trabajo a todos los miembros de su equipo, pues con un menor número de público hay una menor rentabilidad, lo que obligaría a Leiva a «dejar fuera a parte del equipo, de mis amigos, y eso es muy difícil para mí«.