Hay ciertas costumbres que no son saludables, una de ellas, meterte en la cama con abalorios. Por eso hay que corregir ese hábito. Quizá te parezca una tontería pero cambiarás de opinión cuando termines de leer este artículo.
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Ciertas circunstancias que pueden incidir en tu salud, pueden provocar que las extremidades se inflamen por las noches, por lo que conviene evitar dormir con anillos, pendientes, collares y pulseras para no dificultar la circulación.
Si, sabemos que es duro llegar a casa y empezar con el ritual. Pero es muy importante. Si ya has logrado entender la necesidad de desmaquillarte antes de irte a acostar, no te costará encajar que también tienes que prescindir de los complementos.
Bastante que te pones el pijama, ¿verdad? Porque ya de quitarte los pendientes ni hablamos. ¿Sabías que dormir con ellos implica una serie de riesgos? Quizá te parezca una locura, pero lo mismo pensabas cuando te decían que acostarte con maquillaje produce acné. ¿El resultado de hacer caso omiso a estas advertencias? Todavía estás luchando contra esos granos de tu barbilla…
Si lo tuyo es la bisutería de dudosa procedencia, has de saber que el contacto de estos materiales con tu piel puede causar irritación. Seguramente, alguna vez se te hayan puesto rojitas las orejas, como cantaban Fito y sus Fitipaldis. Esta circunstancia puede acabar en infección si aprietas demasiado la joya, una acción más sencilla de producirse si no paras de revolverte bajo la manta.
La segunda consecuencia del último punto sería esta. Sobre todo, si estamos hablando de pendientes pesados que cuelgan de tu lóbulo mientras roncas boca arriba. Reconócelo, si tu joyero pesa más que tu moto, es por piezas como las que estamos describiendo. Quizá vaya siendo hora de jubilarlas.
¿Qué diría la abuela de tu tatarabuela si comprobase en qué estado han quedado sus míticos pendientes? Han sobrevivido a varias generaciones con sus piedras y su brillo intactos. Pero has tenido que ser tú quien lo mande todo al garete. Ayer te levantaste con esos adornos rojos bajo la almohada, y ya no valen ni para que se los lleve el Ratoncito Pérez. ¡Y todo por dormir con ellos! Un poco de cuidado, mujer…
No hablamos de las térmicas que te regaló tu madre para que no pasases frío en invierno cuando estudiabas fuera, no. Esas no podrías romperlas ni con una motosierra. Nos referimos a las delicadas, a ese juego de seda que te compró antes de casarte. Efectivamente, al que cuesta un ojo de la cara. Tus pendientes podrían rasgar la bajera o engancharse a la almohada.
Si la discreción no es lo tuyo y la dimensión de tus pendientes es la misma que la de un plato de postre, ¡peligro! Ya puede echarse a temblar tu media naranja. La cosa se pone aún más fea si llevan incrustados piedras o cristales. Acabarán rozándole el hombro sí o sí. ¿La consecuencia? Dormiréis en camas separadas.
¿Qué se trata de joyas más pequeñas? Todas esas vueltas que das para pillar postura en el colchón facilitarán la pérdida del objeto entre las sábanas. Al estirarlas para hacer la cama terminarán en el suelo. Y ya sabemos cómo se las gasta tu perrito, que se ha comido ya la mitad de tu lencería.