Se acerca el calor veraniego y crecen las oportunidades para tomar el sol tranquilamente… ¡Y de quemarse! Así se pusieron como tomates estos atrevidos y atrevidas:
Hemos dado con el «tío que más se ha quemado del mundo», quien recuerda la vez en la que más la lió. Justificando que «por amor se hace cualquier cosa», decidió irse a la playa con la chica que le gustaba y su madre.
«Me tenía la cabeza como un bombo», explica el oyente antes de vengarse cambiando la crema solar por leche condensada. Al día siguiente, cuando ella le ofreció, fingió ser alérgico y se quedó totalmente desprotegido: «Acabé como la camiseta del Mallorca».
En el caso de Gema, se demuestra que nunca hay que quedarse dormida mientras se toma el sol. Similar a un «bol de fresas con nata«, tuvo que afrontar el viaje de vuelta con la espalda tostada y sin poder apoyarla en el respaldo del asiento.
Aunque si hay algo peor que quemarse es tener que dar la razón a quienes te lo advirtieron una y otra vez. Eso le ocurrió a Carmen, precisamente con los padres de su expareja. Era la primera vez que les veía y se tiró hasta tres días con fiebre.
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