Porque rituales tan simples como darte una ducha o quitarte el pijama pueden ser extraordinarios. Empecemos.
En esta crisis todos tenemos ya claro que la higiene es fundamental y si no que se lo digan a nuestras manos.
No obstante la ducha (o un baño en fin de semana) es una rutina que nos evade de los problemas. Cantamos, planeamos, nos limpiamos… Y el contacto constante del agua es un elemento que relaja al instante.
Parece una tontería pero no lo es. Durante las semanas laborales le damos más prioridad a hacer las comidas o asistir a nuestros compromisos, olvidándonos de revisar todo lo que vamos acumulando en nuestros cuartos.
Por esa razón, vaciar los armarios y cajones para hacer selección de lo que usamos y de lo que sobra es un ritual tremendamente satisfactorio.
Recicla lo que esté roto o estropeado y guarda en cajas para donar todo aquello que ya no utilices. De repente, verás los cuartos con una nueva perspectiva positiva.
Esta situación excepcional es tentadora en muchos sentidos. Uno de ellos es estar en pijama todo el día. Craso error.
El vernos a todas horas con el mismo atuendo reforzará la monotonía y los pensamientos negativos.
Intenta vestirte con ropa de colores o con la que te veas bien, para así vencer a los fantasmas y cambiar la energía de la rutina.
Cada persona desconecta a su manera. Hay quien necesita tener una rutina de ejercicio y hay quien practica meditación. Cualquier ritual es bueno, incluso los dos a la vez si tenemos tiempo.
Mientras dure el confinamiento, esta parte del día cobra aún más relevancia. Por eso, intenta reservar media hora/una hora para activar tu cuerpo o escribir en un diario todo aquello que pesa en tu cabeza.
Escribir, pintar, hacer postres, un curso online… Las opciones son ilimitadas en la era Internet.
Demostrarse a uno/a mismo/a que puede aprender algo nuevo en su vida es sin duda una de las mejores sensaciones que se pueden tener.
Aprovecha esta oportunidad para hacer aquello que siempre quisiste hacer. Crece, florece. Valor seguro contra la depresión.