Una atrevida nos ha contado que una vez vivió una situación de lo más surrealista con un repartidor. Traía un paquete para su chico y no estaba, por lo que el señor le pidió el nombre a la atrevida y ella dijo su apellido, que era «Aponte«. La cuestión es que el repartidor entendió «apunte» y estuvo bastante rato esperando a que la oyente dijera algo. Al final el malentendido acabó en risas.
Por otro lado, un atrevido fue repartidor en sus tiempos y una vez tuvo que llevarle una pizza a su antiguo profesor de matemáticas.
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