Saludar oliendo traseros, revolcarse en la hierba, perseguirse la cola, ponerse panza arriba, sacar la cabeza por la ventanilla del coche… Los hábitos de tu perro arrancan tus carcajadas y las sonrisas que te ayudan a salir adelante cada día. Y lo curioso es que no se trata de manías suyas. Cada comportamiento tiene una justificación. Porque sí, los animales son mucho más cabales que los humanos en muchas ocasiones.
Se pueden contar con los dedos de las manos a las personas que no se rinden a la enternecedora mirada de los canes, los amigos más fieles de los humanos.
Ahora vamos a centrarnos en una en concreto, con la que a veces se te eriza hasta el alma. Nos referimos a cuando de repente se queda mirando fijamente a la nada sin pestañear. «Como no haya visto un espíritu…», piensas. «A ver si hay por aquí un fantasma», continúas, mientras esbozas una pequeña sonrisa (pequeña porque, en realidad sigues con la mosca detrás de la oreja).
Eso es porque está dispuesto a atacar. Es una mirada tensa que sólo sostienen cuando tienen un motivo por el que pelear (hembra en celo, territorio, comida, juguete o por su vida). La mirada amenazante ira acompañada de exhibición de colmillos, encrespación del pelo de la espalda y gruñidos.
Pues ni tu perro tiene la capacidad de conectarse con el más allá ni está preparado para ser un cazafantasmas. Lo que sí posee es una cualidad que no tenemos los humanos y que podría considerarse de superhéroes: sentidos superdesarrollados. Comparados con los suyos, los nuestros se quedan a la altura del betún.
Cuando notas que tu fiel amigo lleva un rato con los ojos fijos en la pared de tu salón no significa que esté comprobando que tu casa necesita una mano de pintura (que la necesita, ¡eso es una verdad como un templo!). Si percibes que su objetivo es el techo, no quiere decir que esté asegurándose de que no haya goteras. Mientras tú allí no ves absolutamente nada, él ya se ha percatado de que una pelusa está pululando por la zona.
Quizás haya pillado a una mosca deteniéndose delante de sus narices. A lo mejor está contemplando cómo los restos de esa tela de araña que dejaste en la esquina al quitarla con la escoba se están moviendo con el aire que entra por la ventana.
Y es que los canes son capaces de percibir movimientos sutiles y de detectar sonidos y aromas que tú no llegarías a escuchar o a oler ni en broma. Así que lo mejor en estos casos es que lo dejes un poquito en paz, que a ti tampoco te gusta que te molesten cuando estás concentrado en tus cosas, ¿verdad?
Eso sí, debes observar su comportamiento. Si su actitud se asemeja a lo que te hemos expuesto, perfecto. Pero la cosa cambia si ves que, de repente, contempla la pared fijamente y acto seguido comienza a acercarse y aplasta su frente sobre ella. Quizá no lo hayas presenciado nunca porque no es muy común, pero se trata de una acción que denota dolor agudo en la cabeza. Este mal puede deberse a varias razones, alguna de ellas, grave, como un tumor. Por ello, debes acudir al veterinario con urgencia para que examine a tu mascota.
También puede ocurrir que tu peludo compañero se quede mirando a la pared, pero de espaldas a ti. Si hace eso, es porque acabas de regañarle, ¿a que sí? Así es como se rebela. Es su manera de decir «basta». En este caso, no esperes más, corre a hacerle carantoñas de nuevo, que él lo da todo por ti, detecta tus emociones y te consuela, y te quiere con todos tus defectos, que ya es complicado, ¿eh?
Como ves, en la mayoría de los casos, no debes asustarte si tu perro se queda mirando a la nada concentrado. ¡Una preocupación menos!
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