Para empezar, no existe la envidia sana. Hablamos de un aspecto emocional negativo, porque es una actitud sujeta al miedo. Una sensación innecesaria que nos hace creer «que no soy lo suficiente«.
Por tanto, conviene colocarse en la casilla de salida y pensar en la persona por la que siento envidia. ¿Por qué ese sentimiento? ¿Qué tiene él o ella que yo no tengo? Una vez encontremos la respuesta a esas dos preguntas, es momento de abandonar nuestro miedo, y como dice Marian Frias, «asumir el riesgo de acercarse a eso que buscamos».
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