Has dedicado más tiempo a ponerte en forma ante la llegada del verano que el que empleaste en estudiar para selectividad. Tu trabajito te ha costado. Aunque la alegría suele durarte dos días. Haces las maletas, llegas a tu destino vacacional y empieza la sucesión de helados de tres bolas, cafés con nata y leche condensada, y bocadillos de panceta.
¿Las vacaciones son incompatibles con la dieta? La respuesta es no y la solución es sencilla. Tan solo tienes que seguir unos consejos y seguirás luciendo tipín a la vuelta.
Ya que te ves obligado a elegir menú en un restaurante, no eches piedras contra tu propio tejado. Mira los postres de reojo y sé fuerte. Respira y piensa antes de pedir. No tienes por qué lanzar a la cuneta a ese chuletón o a esa lubina que rebosa salud por cada costado. Quizá el problema esté en el acompañamiento. Esas patatas fritas chorrean grasa a borbotones. ¿No crees que deberías optar por una ensaladita como guarnición?
Claro que, no porque emprendas un viaje tienes por qué comer fuera cada día. Si eliges un alojamiento que disponga de cocina, será casi como estar en casa. Llena tu nevera de los productos que incluyes en tu dieta habitual y prepara tu menú como lo haces siempre. Esta estrategia te permitirá incluso ahorrar; que comer fuera de casa repercute en tu cartera.
Siempre que emprendas una excursión en tu lugar vacacional, mete en el bolso una manzana. También vale cualquier otro alimento sano que mate el hambre a media mañana como frutos secos o galletas integrales (huye de los fritos y de los dudosos acompañantes como la mayonesa). Comiendo tus provisiones evitarás comprar esos antojos que suelen ser más azucarados de lo normal o entrar en el bar a elegir la mitad de las tapas que adornan la barra.
Si no te queda más remedio, súbete al autobús, al tranvía o al metro. Pero si el trayecto es asumible por tus propios medios, opta por llegar al museo mediante un paseo. Además, ir caminando te permitirá descubrir otros rincones con encanto de la ciudad en cuestión que, de otra forma, no conocerías.
Sea cual sea el lugar elegido para comer en tus vacaciones, afronta esta comida de manera pausada. Comer en un santiamén solo servirá para no afrontar la digestión con garantías. Masticando tranquilamente saciarás tu hambre y no necesitarás ingerir más.
Hidratarse resulta fundamental, más aún en vacaciones. Durante tu escapada permanecerás más horas a la solana que las que tuviste que esperar en el aeropuerto tras saber que tu vuelo se retrasaba. El agua es tu mejor amiga. No solo por sus evidentes beneficios para nuestro organismo. También te ayudará en tu reto, pues los trucos para no engordar en vacaciones no solo se centran en la comida.
Beber de manera frecuente durante tu viaje mantendrá tu panza llena. Con esa sensación no te quedarán muchas ganas de comprarte un refresco con más azúcar que la que desprende una relación primeriza.
Como ves, con unos sencillos gestos puedes evitar que tu esfuerzo por llegar a tiempo a la operación bikini haya merecido la pena. No solo no aumentarás de peso, sino que te sentirás más ágil, algo fundamental para exprimir al máximo tus horas de ocio.
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