«¡Qué fácil lo ves todo!», estarás pronunciando irónicamente. Y es que, efectivamente, en ocasiones no resulta tan sencillo encontrar nuestra motivación, esa filosofía que se convierta en el motor de nuestra existencia. La madurez, las preocupaciones y las responsabilidades parecen haber borrado nuestro disco duro. Tan solo debes echar la vista atrás para caer en la cuenta de aquello que resolvías con eficacia en tu niñez. ¿Recuerdas que tenías un don para el dibujo? ¡Ya estás tardando en agarrar el lápiz de nuevo!
Si todavía no lo tienes claro, contéstate a estas otras preguntas:
– ¿Con qué tareas no se te hace el tiempo interminable?
– ¿Cómo podrías contribuir a mejorar el mundo?
– ¿Qué se te da bien?
– ¿Qué necesitan los demás de ti?
Y en tu búsqueda, has de seguir estos consejos:
– Esta elección no es inamovible. Es decir, tu ikigai puede cambiar con el paso de los años, con tu madurez, pues nuestros objetivos cambian con el transcurso de los años.
– Tú no eres el centro del mundo. La razón de ser será la adecuada cuando impliques a los demás para su beneficio.
– Analiza siempre lo que tienes ante los ojos para apostar por tu filosofía de vida. Al final, nuestro ikigai se sitúa delante de nuestras narices. Solamente hay que saber verlo.
Encontrar tu ikigai significa hallar ese motivo por el que te despiertas cada día, la razón por la que cada jornada cobra una perspectiva ilusionante. No lo decimos nosotros, sino los habitantes de Okinawa, la isla en la que se emplaza el mayor índice de centenarios del mundo. Hablamos de personas que ni siquiera reconocen el concepto «jubilación», pues se dedican hasta su senectud a su vocación, la causante de su aspecto saludable, más allá de una dieta libre de grasas.
Todas estas personas se han marcado una misión, un objetivo que les conduce al bienestar. Cada una establece su método y sonríe al ejecutarlo. Se trata, en definitiva, de caminar de acuerdo a un rumbo y atravesar cada escollo con una carcajada placentera. Por otro lado, los practicantes de esta corriente de confort aseguran que esta filosofía ha de llevar implícito el servicio a la comunidad, como hemos estado viendo. De lo contrario, no resultará efectiva.
Quizá estés pensando que el ikigai es posible solo en lugares como Okinawa, donde la tranquilidad reina en cada rincón. Nada más lejos de la realidad. ¿Alguna vez has visto a cientos de japoneses amontonados en un tren después de jornadas maratonianas de trabajo? ¡Sonríen como tú cuando tu equipo de fútbol gana un torneo importante! No es ignorancia, ni siquiera postureo. Esta actitud viene determinada por el ikigai de cada ciudadano.