Llega el verano, nos empezamos a quitar capas cual cebollas y nos llevamos el susto de nuestras vidas. Pero ¿qué diablos he hecho este invierno? Madre mía, este verano a la playa con burka. Eso o no la piso aunque me cueza.
Tras el susto inicial, decides dejar a un lado las excusas para no ponerte a dieta. Decides apostar por tener buena salud, por alimentarte mejor y por perder algunos kilos. Te resistes a caer en la trampa de ninguna dieta milagro y comienzas a notar los primeros cambios en tu cuerpo.
¿Te gustaría saber cómo reacciona tu estómago a tu nueva forma de alimentarte?
– Dolores estomacales. Es posible que no te lo creas, sobre todo si antes te comías un caballo con las herraduras puestas, pero un cambio de dieta provoca que tu estómago no se adapte tan fácilmente a los nuevos alimentos. El motivo parece estar claro, bien sea porque has bajado la cantidad que ingieres o porque has añadido nuevos alimentos (verduras y proteínas en especial), la verdad es que te duele el estómago una barbaridad.
– Gases e hinchazón. El aumento repentino del consumo de verduras provoca flatulencias. No te preocupes, es totalmente normal. No pienses que tienes más barriga que antes porque no es cierto. Es un proceso al que tu organismo necesita adaptarse progresivamente.
– Diarrea. Tu cuerpo ha venido funcionando con un tipo de combustible determinado que acabas de cambiar de forma radical. Es decir, tu estómago no reconoce del todo tanta novedad y podría considerarla como un ataque, por lo que reacciona de forma violenta. Es molesta, pero tras unos días no tendrás más problemas.
– Problemas digestivos generalizados. Cada cuerpo es distinto, por lo que podría suceder que alguno de los nuevos alimentos que tomes te provoquen una digestión más lenta y pesada. No te rindas: habla con tu dietista y busca alguna alternativa.
El estómago se adaptará a la nueva dosis de comida que le irás ofreciendo. Recuerda que se te aconsejará que comas cinco veces al día, por lo que tu estómago trabajará mucho más que antes de la dieta. Ese trabajo constante puede provocar molestias, acidez y ardor, dependiendo del tipo de dieta que sigas.
Igualmente, es importante que tengas presente que volver a las andadas, aunque lo consideres como un capricho ocasional, te provocará, casi con total seguridad, el vómito. Como venimos indicando, tu organismo se acostumbra a la comida saludable con enorme facilidad. Meterte dos pizzas o un menú de comida rápida será rechazado de inmediato por tu estómago.
Si a todo lo anterior le añadimos los clásicos errores que se cometen al comenzar una dieta, el resultado puede ser negativo, siempre que no tengas la fuerza de voluntad necesaria para lograr perder peso y adaptar tu cuerpo a una alimentación más sana.
Además, recuerda que estarás sometiendo a tu estómago a un proceso de especial intensidad. A buen seguro, con anterioridad devorabas productos de bollería industrial y grasas de forma continua. Estos alimentos, aparte de perjudiciales, aportan energía de forma inmediata, pero le evitaban al estómago el tener que repartirla de forma progresiva.
Con tu dieta, la antedicha víscera se encarga de regularizar el reparto de nutrientes y de equilibrar el funcionamiento de tu organismo. Por lo tanto, podría afirmarse que estás usando tu estómago de la forma más correcta posible.
Si has tomado la decisión de ponerte a dieta sigue adelante. Unas pequeñas molestias estomacales no han de ser un escollo insalvable. Por lo demás, el que algo quiere algo le cuesta. Sigue esforzándote, piensa en tu salud y consigue fortalecer tu cuerpo de forma adecuada. Notarás la diferencia en menos de quince días. ¿Te animas a comenzar una dieta saludable? ¡Ánimo!
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