Un mecánico nos confiesa lo que vivió con una cliente y su vehículo automático. Le dejaron probarlo nada más salir del concesionario, y la falta de experiencia con el pedal del acelerador provocó que lo estampase contra el cristal del establecimiento.
Algo similar le ocurrió a Gus, quien después de recorrer un par de metros recibió un golpe por detrás. O el marido de esta otra atrevida que pagó las consecuencias de no medir la puerta del garaje.
Tampoco estuvo demasiado afortunado este hombre que hundió su coche nuevo en un río. Y tuvo suerte de que José Luis y el campamento estuvieran allí para ayudarles y socorrerles.
Finalmente, esta oyente esperó un poco más, exactamente 20 días. Después de empotrar su coche en la casa del vecino, aprendió una lección que jamás olvidará: siempre con el freno de mano puesto.
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